Está claro que
ser padre es la aventura más radical de toda mi vida. Hay tantas
cosas que pasan ahora mismo que me cuesta siquiera pensar en todas en
orden. Lo habitual en mi día a día es que tenga que estar al loro
de varios asuntos simultáneamente. Por un lado, intento trabajar y
necesito estar concentrado para lo que hago. Sin embargo, también
estoy en parte pendiente de mi pequeño Alejandro. Cómo podría no
estar al tanto de lo que le pasa, de si duerme, de si come o de si
está feliz. Es increíble describir la sensación de cariño
abrumador y de preocupación latente que surge de mí ahora que mi
hijo está con nosotros.
Bueno, lleva con
nosotros meses pero dentro del vientre de su madre no lo veíamos
directamente. Aunque sí sentíamos sus movimientos y a menudo
notábamos sus reacciones a diversas circunstancias. Llevamos
conociéndole ya más de 10 meses y ahora en persona. Las últimas
semanas han sido de una sobrecarga emocional y física sin parangón
en toda mi vida. Estar tres días casi sin dormir, no lo había hecho
nunca. Estar horas sin pegar ojo porque el niño llora y no sabes lo
que le pasa, hasta que se te enciende la bombilla y ves la luz.
Sucede. Todo lo que planeas sale de otra forma pero encuentras el
camino.
Encuentras la
forma de solucionar el llanto de tu recién nacido y es todo
felicidad cuando el pequeño está dormido con todas sus necesidades
cubiertas. Ahora come mejor, la semana pasada estuvo muy estresado
porque los biberones se bloqueaban todo el rato. ¿Por qué? Pues
veréis, la leche anti regurgitación y digestiva es más espesa que
la convencional en polvo, luego obstruye las tetinas de los
biberones. Por suerte, hemos dado con un biberón con velocidades
(sí... es de Fórmula 1, nunca mejor dicho, si no lo pilláis
esperad a ser padres) que lleva una tetina diseñada por una entidad
superior.
El niño está en
la gloria con ese biberón y esa tetina, come que da gusto y se queda
dormido acto seguido. Ahora es feliz. Solo quería comer rápido y
furioso. El asunto es que hasta que das con la clave pasan días y es
probar una opción tras otra. Ahora tenemos media docena de biberones
que no estamos usando pero que tendremos que adaptar con nuevas
tetinas progresivamente. Así es la vida de un padre primerizo.
César P.
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