Pues nada, algunos días me pasa de todo y no parece broma. Antes he sido testigo de una de las escenas más patéticas de los últimos meses en la cual el protagonista era yo mismo: una caída en varias fases. La primera fase es la duda, la segunda es la comprobación y la última, y más dramática, es la humillación ante uno mismo. La caída es secundaria.
Iba andando por la calle y me llego un mail - maldito sea - que me abrió los ojos como platos. Me invitaban a una conferencia online pars geeks, o sea frikis de la informática, a la que podía asistir desde mi casa. Al principio pensé que había que ir a algún lugar, como suele pasar con las conferencias pero cuando me di cuenta de que era online flipe.
¿Y flipe tanto que me caí? No, que va. Iba comprobando esta información emocionado dentro de mi mismo y terminé de registrarme para la conferencia online cuando se mascó la tragedia. El escenario: una valla de hierro macizo, medio abierta de casi medio metro de alto que delimita un "jardín" con más pisadas que plantas. Sumido en mi felicidad electrónica enrrumbé en la dirección equivocada.
Al darme cuenta, me paré en seco y giré. Acto seguido, golpe en la rodilla y desequilibrio generalizado. Miré a mi derecha confuso para darme cuenta de que no entendía el motivo de mi triste destino. Después del tambalea de rigor acabé estrellado en la acera cual saco de escombros desechado por du inutilidad... Bueno, me di una buena pero protegí lo más valioso: el móvil.
Me levanté no sin antes verificar que mi teléfono estaba intacto. ¡Qué susto, pardiez! Un señor fue el testigo silencioso de mi hostia terrible. Sin mediar palabra, abandoné la escena dejando mi orgullo en ese suelo.
Un rato después, me di cuenta de que me dolía un poco la rodilla y de que mis cordones estaban sueltos. Los muy jodios se quedarían enganchados en ese hierro provocando el inevitable trajín.
¡Al menos pude registrarme para la dichosa conferencia! Ya estoy acostumbrado al dolor corporal porque hoy empecé a hacer ejercicio después de meses. Esto no va a cambiar mucho mis agujetas de mañana. Lo que me hace gracia es que cada vez que pase por allí me imaginaré a mi mismo tirado en la acera, y son cuatro veces por semana las ocasiones.
César P.
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