1 de febrero de 2016

El ataque del catarro fantasma

He estado una semana hecho un trapo, sentía que era una piñata andante o algo así. El pasado jueves me tuve que quedar en casa porque no podía más con mi cuerpo. Me dolía todo y me costaba hasta estar en vigilia. Después de una siesta de cuatro horas, me levanté como un bichillo que sale de su hibernación y es libre… bueno, me levanté algo mejor. Desde entonces, estoy de nuevo con la energía a tope. Había estado una semana entera con problemas para descansar correctamente. A pesar de dormir mis horas, no conseguía estar despierto del todo cuando me ponía en marcha.

¿Cuáles eran los síntomas? ¡Eso es lo mejor de todo! Tenía flema, muy, muy poca. Tenía tos esporádica de esa que se presenta una vez al día si tal. Aparte de eso, cansancio y dolor generalizado. ¡Me dolía hasta el alma! Ha sido uno de los catarros más extraños de toda mi vida, casi asintomático, casi inadvertido pero omnipresente. Ahora que lo pienso, no sé cómo tardé tanto en darme cuenta de que estaba malo. Ahora me parece evidente pero en mi trajín diario no he parado ni a pensar que tal vez necesitaba un descanso para recuperarme.

El maldito catarro fantasma me dejo varado como una ballena perdida en mi cama – no tanto por la gordura pero sí por la pose. Ese jueves negro al final acabó mejor de lo que esperaba, ya que la siesta me benefició en gran medida. Después de tantos días sin recuperar las fuerzas bien, necesitaba guardar cama malísimamente. Así que, ya sabes, amig@ lector@, si tú también sufres en silencio, cuídate del catarro fantasma. Siempre aparece cuando andas más ajetreado y te fastidia todos los planes.


Pero bueno, se pasa durmiendo un poco, no tiene más. Eso sí, como encima duermas mal – que es lo que me pasó a mí repetitivamente – más vale que te eches la siesta o algo. No hay nada peor que salir al frío cuando tienes un malestar para parar un tren. Tela. Esta es la temporada de catarros ya que veo que el que menos ha pescado alguno, nadie se quiere quedar sin el suyo propio para guardar camita como debe ser. Resulta divertido pensar en lo que cuesta salir de la cama en un día frío, pues con un catarro ya ni te cuento, en ningún lugar mejor que debajo de tu manta.

César P.

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