19 de enero de 2016

Los políticos juegan a quién llora más


Actualmente, hay mucho revuelo con el reparto de poderes. Los políticos están “ocupados” haciendo o negando pactos. Esto es como el me enfado y no respiro que sueltan esos críos pesados que quieren hacerte sentir culpable o algo. O sea, qué alguien me diga que clase de espíritu conciliador es ese dogma que reza “como no tengas mi color político no quiero ni hablar contigo”. PPSOE está enfurruñado porque no ha obtenido tantos escaños como en anteriores comicios, pues asumidlo. Anda que no estaba cantado que los votos iban a caer para el dúo dinámico. Después de todo el descontento generado durante meses, ya es suficiente que no haya caído incluso más.

Por su parte, regocijo en Ciudadanos y Potemos, ¡ejem!, perdón, Podemos. Pero vamos, el otro día los dos líderes de estos partidos se encararon en un programa donde volaron los sablazos dialécticos. Todos están de reyertas y nadie quiere nuevos comicios, no vaya a ser que algunos se lo piensen mejor y voten a los demás. Ese es el miedo que tienen y por eso no van a haber nuevas elecciones presumiblemente. Pero, ¿qué diantres va a pasar entonces en España?

¿Vamos a ver pactos verdaderos o amagos de pactos efímeros? Si ya de siempre me ha disgustado el comportamiento de los políticos con respecto a todo, en general, ahora más. De toda la vida, parece haber una regla última en la política de este país que manda a todos a juntarse solo con sus amiguitos. Así no se puede llegar a nada bueno. Ejemplo de ello es la ley de educación que cambia cada vez que es investido un nuevo partido (bueno, PP o PSOE por la cuenta que nos trae) ya que - ¡claro! - cómo vas a continuar el plan de estudios de los otros, ¿verdad? ¡¿VERDAD?!

¡A los alumnos que les … por donde les vaya bien! Da igual, es una fieshta. Ni los profesores de instituto saben como campear los cambios de ley porque es un caos y se implementa paulatinamente según los años. Las editoriales se frotan las manos para coger tanto dinero que les cae por “hacer” tantos libros estúpidamente parecidos pero de acuerdo a la normativa cobrando lo mismo o más. Descarado. Y luego los profesores pasan de usar los libros porque: 1. no hacen falta o 2. no saben cómo adaptarlos a su plan de estudios – si es que eso es posible pero seguro que es el caso o 3. porque pasan tanto de dar clases ya que están amargados que meh. Pero – ¡psché! - los libros los mandan comprar porque así parece que en el centro educativo saben lo que hacen si bien la mitad de los chavales no los abrirán nunca. Todo está gratis online pero igual que los padres gasten dinero, ¡sobra a mares!

Pues eso, he puesto un ejemplo que conozco bien pero las consecuencias de la ineptitud de la clase política tiene serias consecuencias para el país y estoy convencido de que hay más casos similares. No los busco por no cabrearme más, mi salud es más importante que reafirmar lo evidente.

César P.

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