No sé a qué
viene el título. A veces creo que mi cerebro se apodera de mí y
hace cosas según su propia voluntad. Espera un momento... no he
dicho nada. Se acerca la navidad y muchas cosas buenas van a pasar
para unos pocos mientras que para otros cosas menos buenas seguirán
siendo el pan de cada día. La semana pasada me encontré donando un
pack de leche para los niños pobres por recomendación de Cáritas.
En realidad, no sabía ni qué donar, así que eso fue lo primero que
se me vino a la mente. He echado en falta a esos voluntarios otros
días que he ido a comprar al supermercado, ya que habría dado algo
más, posiblemente.
Es una realidad
que este año más niños lo pasarán mal en España. Los niveles de
precariedad infantil llevan siendo preocupantes desde hace un tiempo
en este país pero los políticos pasan de ello, prefieren sacarse
los ojos como urracas cabreadas por la presidencia. Sin embargo,
cuando llegan al ansiado trono de poder no saben qué hacer. El
tonto, eso es lo que hacen de lujo siempre. Y, mientras, hay niños
que pasan hambre y tienen carencias que pueden mermar para siempre su
salud mental y física.
No mola nada pero
es la triste realidad que no deberíamos olvidar en estas fechas. No
pido a todo el mundo que salga a las calles a ayudar a todos los
demás, eso es utópico. Pero sí sugiero a quienes ya tienen
tendencia a hacer algo por los demás, que lo hagan. A veces un gesto
desinteresado hace más por un amigo o conocido de lo que podemos
llegar a creer. A mí me han ayudado cuando he estado mal de diversas
formas. En ocasiones, ha sido cosa de quien menos me lo esperaba. Así
es la vida que siempre te sorprende con ironía, con mucha ironía.
A pesar de todas
las buenas intenciones, la mayoría pasará palabra sobre lo de la
solidaridad. Es complicado. A veces, me gustaría darles dinero a
algunos pero no sé si será de verdad para comida o para algún
estupefaciente. No es agradable estar en esa situación aunque peor
tiene que ser estar en los zapatos de quien malvive a diario.
¿Deberíamos sentirnos culpables por vivir bien los que tenemos una
vida cómoda? No lo creo. La vida es injusta por definición. Eso es
inevitable y aunque podamos – algún día – hacer que todos
disfruten de una calidad de vida, seguirán habiendo desigualdades
insalvables siempre.
C'est la vie (de
merde).
Lo pienses como lo
pienses, que haya niños sufriendo tan cerca me revuelve las
entrañas. Será que ahora estoy más sensible con los problemas
infantiles, será el tiempo. Todos podemos aportar un grano de arena
para minimizar la precariedad infantil. A por ello.
César P
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