De vez en cuando alguien
cuestiona mis conocimientos y siempre me produce cierta incomodidad. Me lo tomo
con calma, procedo a explicar mi experiencia cuando se tercia. Hay quienes son
exigentes, y lo entiendo, pero también los hay quienes piden algo desmesurado
sin motivo. Cuando se trata de idiomas, hay mucho chapucero que vende la moto
me parece a mí. Sinceramente, lo de las academias no termina de convencerme, la
gente sigue sin pillar el tranquillo al inglés tan necesitado hoy en día por
diversos motivos.
Cada vez que me toca
enseñar inglés, me veo ante la tesitura de cómo abordar la situación. Cada
alumno es un caso particular, tiene sus carencias, sus dudas y aunque el
temario suele ser el mismo cómo abordarlo es algo diferente en cada caso. Me
siento mucho más cómodo enseñando física o matemáticas. Incluso me siento más
cómodo enseñando química. Pero inglés… no es ya por falta de conocimiento de mi
parte, es por cómo transmitir lo que sé del idioma.
Los veo tan perdido que
me da pena. Y con pena no se puede enseñar. Veo a los adolescentes perder el
tiempo en los institutos, los profesores se dan de baja, van por detrás en el
temario, no tienen ni idea de lo que dan en clase, etc. Un rollo interminable
que acaban acusando los alumnos siempre. Sobre cómo abordar un idioma, creo que
al haber más variables – connotaciones y grados de libertad – a considerar aún
no tengo una respuesta definitiva. ¿Tal vez sea yo quién se complica demasiado
y deba optar por un enfoque minimalista?
Me gustan los detalles,
sin embargo. No me conformo con decirles a los alumnos que la única forma de
decir buenos días es good morning. Tal
vez sea este inconformismo lo que complica mi labor y en vez de darme confianza
hace de lastre en mis clases. No lo sé. Lo que sí sé es que hay alumnos muy
perdidos a los que he logrado encaminar, han aprobado incluso en contra de mis
pronósticos. Me siento orgulloso de esos logros pero no considero que haya
encontrado mi método definitivo.
Mucho he aprendido en el
último año de enseñanza regular, de largas horas de trabajo y de tanto trajín.
Pero me queda todavía mucho por dominar en lo que a enseñar respecta. Un
impedimento constante en mi trabajo es la falta de tiempo. Doy menos horas de
clase con cada alumno en comparación de lo que dan en el insti pero a veces me
cunde mucho más. Sin embargo, es imposible paliar tantas horas de déficit a la
larga, tanta mala praxis en la
enseñanza. La batalla es siempre desigual y solo gana el estudiante que le
dedique horas.
César P.
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