28 de octubre de 2015

El efecto ‘Gran Hermano’

No sé por qué ver la vida de una decena de gandules resulta tan interesante para miles de personas. Cada vez que me encuentro las imágenes de este programa creo que algunas neuronas deciden hacerse el harakiri voluntariamente. A veces, siento una confusión mental después de ver unos pocos segundos del maldito programa. Os preguntaréis por qué diantres veo eso si a todas luces no me gusta para nada. Bueno, convivo con dos personas que ven Gran Hermano y escribo en el salón, donde la mesa es más grande. Lo veo de rebote mientras escribo estas líneas, algo que los participantes serían incapaces de hacer sin cometer aberraciones lingüísticas.

De todas las bromas que he escuchado sobre este reality es que si le explicas a alguno de los participantes de dónde surgió el nombre del programa, posiblemente le explote la cabeza. No deja de fliparme que haya tanta acogida para este tipo de cosas, creo que la gente se aburre demasiado. Cualquier chorrada en Youtube me parece mucho más entretenida que esa mierda pinchada en un palo. ¿Tan poco nos gusta usar la cabeza para pensar o qué diablos nos está pasando a las personas?

En serio, por qué coño me iba a importar la vida de un puñado de gandules que no saben ni hablar. No entender. Tal vez ellos sean los genios que han descubierto el secreto de la vida: cómo ser felices en un mundo complejo manteniendo un “low profile” mental, carburando tan bajo – a ralentí como máximo – que escapas a toda dolencia asociada a la condición humana. Luego, nosotros los que nos complicamos con la realidad somos los tontos, estamos perdiendo el tiempo pensando en cosas tan insustanciales como la razón del ser. Rofl.


Pensar en estas cosas me está revolviendo las ideas, Gran Hermano es la respuesta a todos los males de la vida. Es el opio del pueblo que necesita la gente de este país y de tantos otros. No me extraña nada que se lo curren tanto algunos para salir en la pantalla pequeña como parte de este show, ya que al parecer se paga muy bien. ¿Y qué tienes que hacer? El tonto. Rebobinar tu cerebro hasta una edad mental de 10 años o así y dejarte llevar. Fácil, ¿no? Es algo así como estar de vacaciones permanentes y bien remuneradas, el trabajo perfecto en estos tiempos de crisis.

César P.

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