Está claro que
vivimos en un mundo loco en el que pasan cosas raras todos los días
pero a veces suceden tragedias que conmocionan por algún que otro
motivo. Esta semana, leí sobre un cazador desalmado que se hizo con
un trofeo único, cazó a un león que era el símbolo de su reserva
tras pagar una cuantiosa cantidad de dinero para que se le permitiese
hacerlo. Esa noticia me jodió por a falta de escrúpulos que pueden
tener algunas personas. Hoy, hemos visto en las noticias como una
mujer china salva a su hijo antes de ser devorada por una escalera
mecánica defectuosa.
Puede parecer que
estas historias no tienen nada que ver pero sí están conectadas de
una forma: en ambos casos alguien ha mirado más por sus intereses
que por los de los demás. En el caso de Cecil, el león abatido,
alguien consideró que llenar sus bolsillos era más importante que
mantener con vida a un hermoso ejemplar de felino. Por otra parte, en
el caso de la escalera mecánica, cuyo malfuncionamiento era
conocido, alguien no se molestó en tomar las medidas necesarias de
precaución.
Así pasó, se
abrió la plataforma superior porque había una pieza suelta con las
mortales consecuencias que tuvo. Como suele ser habitual en estos
casos, los medios se han hecho con el vídeo y lo han venteado
durante lo que va de jornada, y lo seguirán haciendo lo que queda
del día de hoy. Pocas cosas se me ocurren más morbosas que una
persona siendo tragada por una escalera mecánica en marcha. Debe ser
una muerte no demasiado rápida y un tanto agónica durante unos
instantes. O tal vez todo suceda muy rápido, ya que el mecanismo no
pareció enterarse de que una persona había sido succionada.
No sé que ha
pasado esta semana pero se han sucedido una serie de eventos un tanto
fuera de lo común. Por otra parte, en Francia, un puente con mala
señalización ha descapotado un bus en el que no hubo heridos de
forma fortuita. Resulta hasta gracioso pensar en ello pero cuando
alguien muere por una negligencia ya no hace gracia alguna. Por qué
tantas personas fallaron en clausurar una escalera que se sabía
defectuosa, no dejo de preguntármelo cada vez que pienso en lo que
ha sucedido. No quiero ni pensar en cómo explicarán al pobre niño
lo que le ha pasado a su progenitora.
César P.
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