Fue hace unos años
cuando escuché por primera vez que existe un síndrome
post-vacacional según algunos. Esto es, el bajón que sobreviene a
las deseadas vacaciones. O sea, la vuelta a la rutina. Puedo afirmar
que yo no lo sufro. Es posible que haya mucha gente que clame al
cielo que existe algo así pero yo no sé qué es eso. Sí, como
todos he sentido más de una vez esa pereza y ese hastío vital que
es retomar las actividades cotidianas después de un periodo de
descanso. Pero se ahí a decir que es un síndrome, hay un paso.
Es posible que
algunos lo sufran de verdad. Es posible que exista este mal que
aqueja a tantos españoles. Y también hay mucho cuento en este
asunto, la gente se queja de todo. Que si no hay vacaciones
suficientes, que si se acaban las vacaciones, que si uno se siente de
bajón, que si, que sí, que sí. Que no y punto.
Mi estrategia
personal para evitar este dichoso síndrome es no desconectar del
todo. En mis cortas vacaciones de una semana he seguido revisando mis
correos, haciendo algunos escritos, poniéndome al día en proyectos
que he empezado nada más volver. He tenido exactamente una hora y
cuarto para dejar las maletas, ducharme, comer y salir a currar de
nuevo. ¿Síndrome? Disculpad pero no tengo tiempo para nada que me
haga perder el tiempo.
En realidad, no me
he planteado lo inusual de mi agenda de trabajo. Cuando cuento a la
gente que hoy mismo volví de vacaciones y que ya estoy trabajando me
miran con asombro. Supongo que soy un poco distinto de la norma pero
tal y como lo veo yo, ¿por qué esperar a mañana si puedo empezar
hoy mismo? Pues bueno, aquí estoy en medio de una jornada un poco
alocada que empezó a las 4 am en París y que terminará en mi casa
a las 10 pm aproximadamente. He ido a dar clases nada más volver y
mientras viajo en metro estoy plasmando mis pensamientos en este
artículo.
Me acompaña el
calor todo el tiempo y de alguna forma las fuerzas no me fallan. Me
siento muy enérgico a pesar de que he dormido no más de seis horas
contando los minutos que habré cabeceado en el avión. ¿Estoy loco?
No lo sé. Es posible que lo que algunos llaman locura otros lo
conozcamos como culo inquieto, ya que no puedo dejar de hacer cosas.
César P.
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