22 de julio de 2015

El síndrome post-vacacional


Fue hace unos años cuando escuché por primera vez que existe un síndrome post-vacacional según algunos. Esto es, el bajón que sobreviene a las deseadas vacaciones. O sea, la vuelta a la rutina. Puedo afirmar que yo no lo sufro. Es posible que haya mucha gente que clame al cielo que existe algo así pero yo no sé qué es eso. Sí, como todos he sentido más de una vez esa pereza y ese hastío vital que es retomar las actividades cotidianas después de un periodo de descanso. Pero se ahí a decir que es un síndrome, hay un paso.

Es posible que algunos lo sufran de verdad. Es posible que exista este mal que aqueja a tantos españoles. Y también hay mucho cuento en este asunto, la gente se queja de todo. Que si no hay vacaciones suficientes, que si se acaban las vacaciones, que si uno se siente de bajón, que si, que sí, que sí. Que no y punto.

Mi estrategia personal para evitar este dichoso síndrome es no desconectar del todo. En mis cortas vacaciones de una semana he seguido revisando mis correos, haciendo algunos escritos, poniéndome al día en proyectos que he empezado nada más volver. He tenido exactamente una hora y cuarto para dejar las maletas, ducharme, comer y salir a currar de nuevo. ¿Síndrome? Disculpad pero no tengo tiempo para nada que me haga perder el tiempo.

En realidad, no me he planteado lo inusual de mi agenda de trabajo. Cuando cuento a la gente que hoy mismo volví de vacaciones y que ya estoy trabajando me miran con asombro. Supongo que soy un poco distinto de la norma pero tal y como lo veo yo, ¿por qué esperar a mañana si puedo empezar hoy mismo? Pues bueno, aquí estoy en medio de una jornada un poco alocada que empezó a las 4 am en París y que terminará en mi casa a las 10 pm aproximadamente. He ido a dar clases nada más volver y mientras viajo en metro estoy plasmando mis pensamientos en este artículo.

Me acompaña el calor todo el tiempo y de alguna forma las fuerzas no me fallan. Me siento muy enérgico a pesar de que he dormido no más de seis horas contando los minutos que habré cabeceado en el avión. ¿Estoy loco? No lo sé. Es posible que lo que algunos llaman locura otros lo conozcamos como culo inquieto, ya que no puedo dejar de hacer cosas.

César P.

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