14 de julio de 2015

Cuando el grajo vuela bajo... hay mucha mierda debajo

No sé si soy un cabezota o un ingenuo. A menudo doy un voto de confianza a gente que no se lo merece. Por suerte, pocas veces dejo que me acaben perjudicando pero recientemente me he vuelto muy poco estricto con este comportamiento. Debo hacer recortes en la confianza que deposito en la gente. De lo contrario, acabaré seriamente perjudicado en un futuro no muy lejano. Ya sé que todo el mundo va a su bola, llamadme tonto si queréis, pero me gusta confiar en los demás. Creo que es lo suyo, que las cosas deberían ser así, que en vez de sacarnos los ojos por cuatro perras nos apoyásemos.

Pero de mi creencia a mi vivencia, hay un trecho. Las personas inescrupulosas medran por doquier y la única medida contra ello es andarse con cuidado, o sea, subir las defensas. Hace poco, me ha sucedido algo negativo – no demasiado pero desde luego no positivo – que me ha dejado claro que ya no puedo seguir confiando en todo el mundo a la ligera. Tarde o temprano aparece un buitre que se alimenta de carroña sin miramientos. Por cada ingenuo en el mundo debe haber cien listos que se aprovechan. Es un negocio lucrativo. El dinero fácil tira mucho del carro, será que es muy complicado salir a currar como se debe, será...

En fin, no estoy embajonado porque tengo trabajo de sobra pero este “elemento” que se ha cruzado por mi camino me ha demostrado que no es adecuado dar votos de confianza gratis. Lo que me jode es que sabía que corría un riesgo pero aún así decidí tirar hacia adelante por ver si salía bien esta vez. Es lo que tienen los enfoques de alto riesgo – alto beneficio, que o sale bien y ganas “mucho” o sale mal y no ganas nada. Aún peor, puedes salir perdiendo. En mi caso, me siento afortunado porque solo he perdido el tiempo y no es de vida o muerte.

Pero bueno, mi tiempo es valioso y es dinero que no he producido. Es un recurso que no debo regalar a la ligera ni menospreciar. Por mucho que haya gente que busca esclavos en vez de empleados, hay unos mínimos que deben mantenerse incluso ahora que los cinturones siguen apretados. Por desgracia, hay demasiada competencia desleal por todas partes. Esto me fuerza a aportar algo más a mis clientes siempre, me obliga a destacarme y a hacerme recordar.


Por si te lo preguntas, el título simplemente se me ocurrió.

César P.

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