No sé si soy un cabezota o un ingenuo. A menudo doy un voto
de confianza a gente que no se lo merece. Por suerte, pocas veces dejo que me
acaben perjudicando pero recientemente me he vuelto muy poco estricto con este
comportamiento. Debo hacer recortes en la confianza que deposito en la gente.
De lo contrario, acabaré seriamente perjudicado en un futuro no muy lejano. Ya
sé que todo el mundo va a su bola, llamadme tonto si queréis, pero me gusta
confiar en los demás. Creo que es lo suyo, que las cosas deberían ser así, que
en vez de sacarnos los ojos por cuatro perras nos apoyásemos.
Pero de mi creencia a mi vivencia, hay un trecho. Las
personas inescrupulosas medran por doquier y la única medida contra ello es
andarse con cuidado, o sea, subir las defensas. Hace poco, me ha sucedido algo
negativo – no demasiado pero desde luego no positivo – que me ha dejado claro
que ya no puedo seguir confiando en todo el mundo a la ligera. Tarde o temprano
aparece un buitre que se alimenta de carroña sin miramientos. Por cada ingenuo
en el mundo debe haber cien listos que se aprovechan. Es un negocio lucrativo.
El dinero fácil tira mucho del carro, será que es muy complicado salir a currar
como se debe, será...
En fin, no estoy embajonado porque tengo trabajo de sobra
pero este “elemento” que se ha cruzado por mi camino me ha demostrado que no es
adecuado dar votos de confianza gratis. Lo que me jode es que sabía que corría
un riesgo pero aún así decidí tirar hacia adelante por ver si salía bien esta
vez. Es lo que tienen los enfoques de alto riesgo – alto beneficio, que o sale
bien y ganas “mucho” o sale mal y no ganas nada. Aún peor, puedes salir
perdiendo. En mi caso, me siento afortunado porque solo he perdido el tiempo y
no es de vida o muerte.
Pero bueno, mi tiempo es valioso y es dinero que no he
producido. Es un recurso que no debo regalar a la ligera ni menospreciar. Por
mucho que haya gente que busca esclavos en vez de empleados, hay unos mínimos
que deben mantenerse incluso ahora que los cinturones siguen apretados. Por
desgracia, hay demasiada competencia desleal por todas partes. Esto me fuerza a
aportar algo más a mis clientes siempre, me obliga a destacarme y a hacerme
recordar.
Por si te lo preguntas, el título simplemente se me ocurrió.
César P.
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