En este país y en muchos
otros la violencia de género no merma como debería porque hay demasiados
cómplices en silencio. Sí, cada una de esas personas que son conscientes de que
una mujer está siendo agredida (verbal o físicamente) y que miran a otro lado son
también responsables de lo que sucede. Por eso, cada año hay una cantidad
apreciable de víctimas de esta forma de violencia doméstica.
Hace poco, una amiga me
contó cómo fue amenazada en su trabajo por contar la verdad. Uno de sus
compañeros fue despedido merecidamente por su propia irresponsabilidad, a lo
que ella contribuyó dando algunos datos que corroboraban los hechos. No creo
que sea una chivata quien apoya a sus jefes a tomar medidas que les ayudan a no
perder dinero, ya que el sujeto en cuestión se ausentaba a menudo de su puesto
de trabajo por motivos personales injustificados.
El caso es que este
elemento se enteró de quién le había señalado y no se le ocurrió nada mejor que
amedrentar a mi amiga. Le amenazó con hacerle daño y estuvo acosándola durante
su jornada de trabajo (es relaciones públicas por lo que está en la calle). El
resultado fue que ella no se vio capaz de seguir trabajando aquel día. Acudió a
su jefe para que le ayudase pero éste pasó del tema, le dijo que llamase a la
policía mientras seguía jugueteando con el móvil.
Claro, la policía que no
acude cuando 1) no ha habido una agresión física y 2) no hay ninguna denuncia previa.
Esto lo sé yo de primera mano porque hace años intenté conseguir ayuda para un
pobre inmigrante al que habían robado con violencia. En el 112 me recomendaron “seguir como si nada”, ya que no podían
enviar a nadie. Estaban muy ocupados, me afirmaron. La violencia de género en
el ámbito laboral también es un asunto muy serio y hay tanta indiferencia como
en el sector doméstico.
Resulta vergonzoso que un
hombre no eche una mano a una pobre joven a quien están amedrentando porque tiene
que matar marcianitos en su móvil. Más aun al tratarse de una de sus empleadas,
quien por las circunstancias tuvo que ausentarse de su puesto de trabajo aquel
día. Hay demasiado machito por ahí
suelto que se crece con alguien a quien puede acojonar, ah, y si tiene una moto
a mano para pegar acelerones, más fácil que lo tiene. Todo un caballero, vaya. Y tú, ¿mirarías a otro lado?
César P.
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