11 de mayo de 2015

La vida es bella y multicolor cuando no hay exámenes


Como parte de mi trabajo comparto alegrías con mis alumnos, ya que cada aprobado que cuesta lo suyo es una victoria en sí mismo. Hoy, me ha llegado la noticia de que una alumna ha aprobado por los pelos las Matemáticas de Sociales. La verdad es que me ha pillado por sorpresa, mayormente porque no me esperaba una corrección tan rápida de su examen. Pero bueno, a veces lo bueno no tarda, al parecer. Me he alegrado sobremanera no solo por lo inesperado de la noticia sino, además, porque es un aprobado de los más merecidos aunque la nota se haya quedado un poco corta.

No hay que mirarle los dientes al caballo regalado, como dice un viejo refrán. Últimamente, vengo percibiendo mucho sufrimiento por parte de unos pocos alumnos a los que enseño mates. Si bien algo de malestar siempre acompaña el aprendizaje de esta asignatura, hay profesores que no lo ponen precisamente más fácil. Sin ir más lejos, hoy he visto el examen de otro alumno de primero de bachillerato a quien le han puesto la menos un problema (de siete) muy difícil, dos que están más en el temario de segundo y algunos muy fáciles.

Tal vez mi colega considere “justo” regalar algunos puntos por un lado pero ponerlo difícil para sacar más de un cinco. Con lo cual obliga al estudiante medio a rozar la perfección en aquellos ejercicios fáciles. Este planteamiento me parece un poco descompensado porque no es fácil tener claro lo que los alumnos “dominan” y lo que no. Pero una cosa tengo clara, preguntar por cosas que no se han visto en clase de matemáticas no suele acabar bien para quienes se examinan.

Vaticino la hecatombe para este alumno en dicho examen, el cual hemos repasado hoy en detalle. Pero bueno, una ventaja de estar en el instituto, puede que la única, es que siempre hay más de una oportunidad para remontar. Algo que me disgusta es que no me expliquen bien el temario del examen, ya que sabiéndolo podríamos haber evitado el piscinazo. Sin embargo, supongo que aún así nada podía apuntar hacia un problema salvaje de optimización del cual no se había dado nada en clase previamente.

El verdadero problema es que no enseña a los alumnos a pensar en el instituto. Los exámenes tienen que ser sota, caballo y rey por fuerza mayor, ya que como nos salgamos de eso caen todos. Si a eso añadimos la mala costumbre de ocultar exámenes, los profesores particulares no podemos preparar bien a los alumnos con dificultad. Alguna vez consigo un examen con el que puedo trabajar y la diferencia se nota mucho porque entonces juego conociendo las cartas. De otra forma, es apostar a ciegas y el tiempo de clases no es suficiente como para cubrir todas las posibilidades.

César P.

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