13 de mayo de 2015

Hasta siempre, Chucky


Si tuviese que mencionar un inconveniente de tener perros optaría sin dudarlo por quejarme de su corta longevidad en comparación a la nuestra. Los ves crecer, correr, saltar y jugar; al paso de unos años los ves decaer y morir. El mejor amigo del hombre solo vive entre 10 y 15 años. La mayoría de las razas está más cerca de la década incluso siendo generosos. Sin embargo, Chucky, un pequeño shit-zu mestizo blanco y negro, ha vivido más de la media para los perros de su raza, 20 años.

La mayor parte de ese tiempo, ha tenido una vida bastante cómoda, ya que solo ha sufrido los achaques de una avanzada edad en los últimos meses. No está nada mal para un perro que jugaba poco pero que siempre se alegraba al salir a pasear o cuando venía alguien. Por desgracia, debido a su sufrimiento, será sacrificado en unos minutos. Hoy, es el último día para Chucky, que deja un gran vacío en quienes lo recordaremos.

Por azares del destino, han llegado dos pequeñas perritas a la familia recientemente, Laika y Lulú. Tan solo han podido ver a su primo mayor en una o dos ocasiones, ya que éste no podía moverse por su enfermedad. A veces, pienso que unas puertas se abren justo cuando van a cerrarse otras. El flujo de la vida continúa por nuevos caminos. Aunque intente darle el enfoque más razonable, hoy es un día triste. Toda la filosofía del mundo no basta para cambiar este hecho: siempre duele cuando alguien se va.

Recuerdo cuando hace años me dio por sacarlo a pasear, tenía en mente poner al perro en forma por algún motivo. Será que vi demasiado al Encantador de Perros y pensé que podía hacer algo de lo que veía en el programa. Después, intenté adiestrar a Chucky para que no tirase de la correa sin mejores resultado. Por aquel entonces, quien necesitaba más el entrenamiento era yo y no el perro. Con el paso del tiempo, he descubierto que no hace falta hacer nada, justo como decía César Millán, solo hay que transmitir la energía correcta. En aquellos años, yo no tenía tal equilibrio.

Con Laika, la recién llegada a la casa, las cosas son más fáciles. En tan solo unos pocos paseos ella dejó de tirar de la correa como una loca. ¿Qué hice mejor esta vez? Nada. Así me di cuenta de mi cambio. Ahora soy una versión distinta que aquel joven que intentaba educar a Chucky en contra del dicho que reza que a perro viejo no se le enseñan nuevos trucos. Aquello que intenté, sin embargo, me ha servido para aprender. Y es que no hay mejor libro de texto que los errores de uno mismo; si estamos dispuestos a mejorar.

Chucky, pequeño amigo, hoy te vas para no volver. En cierta forma, mejor será que no sigas sufriendo. Has vivido una vida agradable durante más años de lo que cabía esperar. Eras poco juguetón cuando te conocí pero tenías tu particular encanto con ese caminar quebrado. Los que nos quedamos no te olvidaremos. Solo puedo decirte gracias por acompañarnos tanto tiempo.

César P.

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