Desde hace unos días, las noticias van de mal en peor en lo
concerniente a la tragedia nepalí. A veces, parece que las desgracias del mundo
se ciernen con inquina sobre los países más pobres hasta que asestan el golpe.
Esta vez ha sido Nepal el país que ha sido devastado por un terremoto tan
fuerte que casi ha hecho desaparecer una población y ha dejado en paradero
desconocido a muchas personas. Miles de habitantes están en la estacada, sufren
hambre y sed debido a la incomunicación que causa un seísmo de esta magnitud.
Hay poco bueno que decir, lo único digno de celebrar es la
cantidad de personas que se han encontrado a lo largo de los días entre los
escombros. Y poco más. Por lo demás, devastación que sigue y seguirá asolando
este pobre país durante un largo tiempo. El epicentro se localizó a unos 80 km
de Katmandú y afectó a una larga zona del Tíbet, ya que se ha tratado de uno de
los terremotos más intensos de los últimos años en la región.
Actualmente, hay pocos ciudadanos españoles sin localizar y
ya se ha confirmado alguna víctima mortal. Sin embargo, las noticias no son
igual de buenas para otros países, por no mencionar que muchas naciones carecen
de los recursos como para enviar un destacamento que busque a sus ciudadanos,
medida que, por cierto, me parece un poco egoísta. Creo que lo justo sería
mandar ayuda para todos los afectados por el seísmo a partes iguales ya que
hablamos de muchos desaparecidos que aún se pueden encontrar.
A día de hoy, se estima que los muertos son al menos 7000
personas y los heridos en más de 14 mil. Se han encontrado decenas de cadáveres
en la zona de la avalancha y aún hay cerca de 200 personas por localizar,
aunque la cifra disminuye cada día. Lamentablemente, no todos los que se
localizan están con vida pero en ocasiones hay suerte. La tragedia es brutal,
cada vez que hay una actualización en las noticias hay casi más que lamentar
que lo que se puede celebrar.
Esto nos invita a reflexionar no solo en lo afortunados que
podemos ser los que vivimos en una zona no sísmica sino en cuan dura es la vida
de los nepalís, quienes ahora lo tienen aún más difícil. Aunque pocas tragedias
son comparables a la de Haití en 2010, este terremoto me ha recordado aquellas
circunstancias: un país pobre que no está preparado para la que le ha caído.
Solo cabe esperar que el apoyo de la comunidad internacional no decaiga. ¿También
somos Nepal?
César P.
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