Estamos jodidos. En las próximas elecciones no hay mejor opción que valga, está el malo y el más malo. Ya ni siquiera queda claro quién es el mal menor. Estamos ante una encrucijada mortal, entre la espada y la pared. ¿Cuál es la salida?
Solo se me ocurren dos salidas. Una imposible, que sería la abstinencia mayoritaria o total. Y la otra improbable, el voto nulo mayoritario. Ambas opciones llevarían a una inestabilidad difícil de resolver. Sin embargo, son soluciones utópicas.
La gente irá a votar en estas elecciones. Ellos consideran saber quién es el mejor candidato pero la realidad es que nadie lo sabe. ¿El mejor es el menos malo o es que de verdad alguno sacaría adelante a este país? Prometen y prometen hasta que se meten.
Las promesas electorales suelen caer en saco roto con frecuencia. Pueden aludir que las circunstancias no les permitieron cumplir su proyecto pero el caso es que endulzan el porvenir y la gente pica. Votan (des)ilusionados y luego se destapa el pastel.
Las tramas de corrupción que se han desvelado en los últimos meses indican que no se puede confiar en la clase política. Han destrozado la ya desgastada confianza del pueblo tras tantos casos de descarada corrupción. Este es un cachondeo de país y de ello es prueba la clase gobernante.
¿Qué podemos hacer? Jodernos. No hay mucho que hacer con los que van apareciendo. Nadie es distinto, puede que haya alguno que podría hacer algo bueno, no lo dudo, pero lo más seguro es que el político honesto sea el más desconocido. Así es como funciona la maquinaria del poder.
Pensarlo me repugna. Una sarta de políticos con ideologías prefabricadas cuyo único interés es estar en el cargo no van a dejarse la piel por el currito que madruga todo el año. Eso es de cajón. Nos toman el pelo porque nos lo dejamos tomar, no protestamos lo suficiente.
La única salida parece emigrar a un país que no sea una república bananera como España. Hay países en los que si no se cumplen las promesas electorales hay serias consecuencias. En algunos países los ex-mandatarios son procesados si ha habido irregularidades en su mandato o financiación. Pero aquí no.
Aquí ni se persigue ni se condena. La gente se queja pero no hay consecuencias, no pasa nada. Por eso los políticos hacen lo que quieren, roban lo que pueden y huyen sin prisa. Ni siquiera huyen algunos. Al fin y al cabo, tienen amiguetes en los juzgados.
Un cambio de chip es lo que hace falta en España desde hace tiempo, ¿sucederá algún día? Bueno, como suelen decir, soñar es gratis. Votar nulo también, ya sabes estimado lector.
César P.
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