Como no podía ser de otra forma, las historias de amor son
las que tienen más gancho en todos
los contextos. Ya sea una madre que se sacrifica por su hijo a costa del qué dirán de los demás o un padre que
acepta las críticas de sus coetáneos ante la presunta infidelidad de su pareja.
Ya sea un hijo que nace para sacrificarse en nombre de todos, sea el motivo que
sea, las historias de amor tienen ese algo que las hace trascender.
Jesús de Nazaret nació, vivió y murió con el objetivo de
redimir los pecados de todas las personas, según cuenta la historia. La Biblia
deja claro que no hay amor más grande que el de un padre que sacrifica a su
propio hijo para perdonar a todos. La historia de amor subyace en varios
niveles en la biografía, pasión y crucifixión de Jesús, que se recuerda en la
semana santa cada año.
No se trata de la primera historia registrada de este tipo,
ya que hay otras anteriores en la misma Biblia, pero sí es una de las que más
ha trascendido por varias razones. Jesús puede haber sido más que un profeta o
no, lo que me importa de su figura es que fue un revolucionario en su época. Él
defendía valores que en su tiempo eran novedosos, debido a los diferentes dogmas
que la gente profesaba.
Resulta inquietante que el mensaje que nos envía desde hace
aproximadamente dos milenios no se haya desactualizado: el amor. Si buscásemos
el bien, todas las personas viviríamos mejor. No hay duda de ello, aunque suene
utópico. Aún ahora las personas vivimos divididas por naciones, credos, etnias,
etc. El caso es que hay diversas divisiones, los pobres por un lado, los ricos
por otro. Nos falta la unidad que defendía este visionario hace veinte siglos.
La unidad como especie es lo único que nos podría salvar de
la autodestrucción. Sin embargo, estamos casi tan lejos como en la época de
Jesucristo de alcanzar una unidad, no nos podemos de acuerdo en casi nada,
bueno, tal vez estemos de acuerdo en estar en desacuerdo. No podemos avanzar
con todo nuestro potencial si estamos divididos, ya que es bien sabido que un
sinfín de esfuerzos en todas direcciones no tiran hacia ningún lugar.
Si todo vamos a una, llegamos antes. Ese es el mensaje que
nos transmite el crucificado pero que nos negamos a aceptar de forma generalizada.
Luego, no sorprende que el mundo esté como está, ¿no?
César P.
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