23 de abril de 2015

El brote psicótico que acabó con la vida de un profesor


Quienes nos dedicamos a la docencia estamos especialmente consternados por el caso de un colega que ha muerto a manos de uno de sus alumnos esta semana en Cataluña. El caso ha causado revuelo por lo inusitado del suceso, parece sacado de una película gore, como poco. La verdad es que no siento ningún tipo animadversión con este joven, en cualquier caso sí siento una profunda pena por dos motivos. Por un lado, por no haber sido diagnosticado a tiempo de su enfermedad (mental) y, por otro, por la víctima que ha pagado este error con su vida.

Cabe mencionar que es muy difícil diagnosticar casos como éste porque no ha mostrado “síntomas” anteriormente, es decir, el historial del alumno señalaba a la más completa normalidad. Ni la familia, ni los reportes académicos indican alguna pista que pudiese apuntar hacia esta bomba de relojería. Al parecer, y por lo que se sabe ahora mismo, todo el círculo de este adolescente era “normal”. Nada fuera de lo común que alertase a ningún profesional es lo que ha camuflado este brote psicótico y ha terminado en los sucesos de hace unos días.

Tal vez los profesores deberíamos tener conocimientos sobre cómo tratar con personas inestables emocional y psíquicamente. Parece algo fuera del campo de trabajo de un docente pero por mi experiencia sé que un poco de psicología es necesaria en ocasiones, sobre todo para combatir los bajones morales que tienen algunos alumnos cuando se estampan con una asignatura complicada. Dar ánimos, en cierta medida, no difiere mucho de “calmar a la bestia” que surge en un brote psicótico, el problema es que en este último caso cometer un error tiene consecuencias más trágicas.

Desconozco los detalles de lo que pasó entre la víctima y el agresor pero sí sé que otro profesor de su instituto consiguió calmar al alumno. Al hacer esto evitó que alguien más (él mismo incluido) saliese herido. Es muy difícil actuar con mente fría cuando está en juego algo más que unas palabras pero puede ser necesario. Esto determina, en este tipo de ocasiones, la diferencia entre una víctima mortal y más. Creo que la reacción del segundo profesor ha sido excepcional y es digna de tomarse como ejemplo, aunque, es complicado reaccionar así.

Todos los profesores tenemos algo sobre lo que reflexionar estos días. Cada vez que hayamos podido hacer algo más por un alumno, dándoles ese empujoncito que los lleva al camino adecuado, pudimos haber marcado la diferencia. Por mi parte, a partir de ahora meditaré más este tipo de elecciones.

César P.

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