Quienes nos
dedicamos a la docencia estamos especialmente consternados por el
caso de un colega que ha muerto a manos de uno de sus alumnos esta
semana en Cataluña. El caso ha causado revuelo por lo inusitado del
suceso, parece sacado de una película gore, como poco. La verdad es
que no siento ningún tipo animadversión con este joven, en
cualquier caso sí siento una profunda pena por dos motivos. Por un
lado, por no haber sido diagnosticado a tiempo de su enfermedad
(mental) y, por otro, por la víctima que ha pagado este error con su
vida.
Cabe mencionar que
es muy difícil diagnosticar casos como éste porque no ha mostrado
“síntomas” anteriormente, es decir, el historial del alumno
señalaba a la más completa normalidad. Ni la familia, ni los
reportes académicos indican alguna pista que pudiese apuntar hacia
esta bomba de relojería. Al parecer, y por lo que se sabe ahora
mismo, todo el círculo de este adolescente era “normal”. Nada
fuera de lo común que alertase a ningún profesional es lo que ha
camuflado este brote psicótico y ha terminado en los sucesos de hace
unos días.
Tal vez los
profesores deberíamos tener conocimientos sobre cómo tratar con
personas inestables emocional y psíquicamente. Parece algo fuera del
campo de trabajo de un docente pero por mi experiencia sé que un
poco de psicología es necesaria en ocasiones, sobre todo para
combatir los bajones morales que tienen algunos alumnos cuando se
estampan con una asignatura complicada. Dar ánimos, en cierta
medida, no difiere mucho de “calmar a la bestia” que surge en un
brote psicótico, el problema es que en este último caso cometer un
error tiene consecuencias más trágicas.
Desconozco los
detalles de lo que pasó entre la víctima y el agresor pero sí sé
que otro profesor de su instituto consiguió calmar al alumno. Al
hacer esto evitó que alguien más (él mismo incluido) saliese
herido. Es muy difícil actuar con mente fría cuando está en juego
algo más que unas palabras pero puede ser necesario. Esto determina,
en este tipo de ocasiones, la diferencia entre una víctima mortal y
más. Creo que la reacción del segundo profesor ha sido excepcional
y es digna de tomarse como ejemplo, aunque, es complicado reaccionar
así.
Todos los
profesores tenemos algo sobre lo que reflexionar estos días. Cada
vez que hayamos podido hacer algo más por un alumno, dándoles ese
empujoncito que los lleva al camino adecuado, pudimos haber marcado
la diferencia. Por mi parte, a partir de ahora meditaré más este
tipo de elecciones.
César P.
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