25 de abril de 2015

Cómo combatir el hastío vital que se apodera del alma


Todos nos habremos sentido desanimados y decaídos en más de una ocasión. Es más, nos habremos encontrado completamente hastiados. En ese estado, es casi imposible disfrutar de nada de lo que se hace, aunque sea algo que proporcione entretenimiento o placer. Es como si se nos apagase el interruptor que permite disfrutar de la vida. Sin embargo, debemos seguir cumpliendo con nuestras obligaciones aunque nos cueste enormemente. ¿Cómo hacer algo así cuando la indiferencia infinita se apodera de nosotros?

Causas

Debido al estilo de vida que muchas personas llevamos en nuestra sociedad no es sorprendente que el cuerpo y la mente nos suelten un “¡hasta aquí!” en alguna ocasión. Esto sucede cuando se sobrepasan límites físicos y psicológicos con los cuales no conviene jugar. O, lo que es peor, ambos al mismo tiempo para más inri. La mejor respuesta es estar preparado y conocerse a uno mismo para no pasar en el pozo demasiado tiempo.

Cómo se llega a esto

Lo que funcione para algunas personas puede no ser de utilidad para otros. En esto, como en muchas cosas de la vida, cada persona es un mundo y no se sigue – necesariamente- ninguna lógica. El asunto va de la siguiente forma: salta una alarma interna → hastío total → caes en el pozo → te quedas allí un buen tiempo o sales en cuanto puedes. ¿Qué es lo que va a pasar? Depende de tu fuerza de voluntad para no estar “apalancado” mucho tiempo.

Sin ir más lejos, esta semana he sufrido un fuerte episodio de lo que describiría como depresión profunda con un toque de indiferencia infinita y una pizca de agobio existencial. ¿Las causas? Un poco de todo, que si esto no me sale bien, que si lo otro... pero, sobre todo, la rutina interminable que nunca acaba y se repite todos los días. Es un auténtico rollo “tener” que cumplir con tantas obligaciones y que los resultados no siempre acompañen. Aceptémoslo, desmoraliza a cualquiera.

Alternativa personal

La rutina es una cárcel para el espíritu de una persona, eventualmente cansa y eso no puede llevar a algo bueno. Mi solución personal ante estas situaciones reside en romper con la rutina y tomarme un tiempo para hacer algo que realmente me gusta. Aunque al principio parece que estoy siendo irreponsable solo porque me da la gana, ya que por fuerza mayor me obligo a incumplir algunas obligaciones, en un corto plazo da resultado: me cambia el chip mental. Es algo así como una terapia de “choque” para reiniciar el cerebro. Un poco de descanso mental en forma de ocio durante algunas durante dos o tres días y, ¡voilà!, ya estoy de vuelta en mi rutina de siempre.

Conclusión

Lo mejor de todo es que me siento como renovado, aunque no sé exactamente por qué. Tal vez sea el pequeño gusanillo interno que se regocija por haberse saltado “las normas” durante algunos días. En cualquier caso, creo que romper con la rutina es precisamente lo que hay que hacer para combatir los efectos nocivos de tanto “cumplir” con todo. Eso sí, mejor es mantener las responsabilidades al mínimo, ya que un completo incumplimiento puede acarrear serias consecuencias. Hay que saber de dónde sacar tiempo libre para curarse a uno mismo.

César P.  

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