Hay mucha irracionalidad en este mundo,
tanto así que a menudo parece que no somos la forma de vida más
inteligente, salvo por unos pocos que se encierran en laboratorios
para investigar y desarrollar lo que muchos disfrutan, como
Smartphones, tablets y un largo etc. Me parece lamentable que en
pleno siglo XXI todavía haya una gran cantidad de personas, por no
decir que la gran mayoría, que guían sus vidas por principios
meramente egoístas. El dinero, ese gran mal que corrompe el corazón
de las personas. Ese bien tan preciado que se acumula en paraísos
fiscales, cuentas de banco o bajo el colchón.
Dinero, dinero, dinero.
Parece que todo girase en torno a las
monedas y billetes. Es nuestro tesoro, hay
que conseguirlo a cualquier precio y guardarlo a buen recaudo. ¿Eso
es la vida o en esto la hemos convertido? Enhorabuena, en el mundo
capitalista en el que vivimos nos hemos cargado todo y lo único que
queda es el afán de recaudación que muchas personas profesan con
una devoción que pueden envidiar los creyentes de cualquier credo.
Solo importa la pasta gansa, todo lo demás es completamente
irrelevante, ni qué decir los medios a los que se recurra para
llegar al fin: tener más dinero.
Tal es
la insensatez de los avaros que poco o nada les importa hacer de este
mundo un lugar peor para todas las futuras generaciones. Da igual que
los hijos de nuestros hijos posiblemente no vean jamás a un elefante
con vida, si podemos cargarnos a todos para conseguir dinero con sus
colmillos de marfil. Poco o nada importa en absoluto talar y quemar
todo el Amazonas, la selva más importante del mundo, con tal de
sacar un buen taco de dinero ahora mismo. Que les den a los que
vienen después, ellos ya se apañarán. Y así podríamos seguir
enumerando ejemplos ad infinitum.
Con tal filosofía
de vida, este mundo se dirige al garete a velocidad de vértigo.
Tanto así que da auténtico miedo pensar en estas cuestiones, cada
vez que le dedico un rato a meditar sobre el asunto acabo,
inevitablemente, con malestar generalizado. Somos capaces de mucho
más, y lo sabemos, somos conscientes de ello pero no nos estamos
molestando lo suficiente como para hacer las cosas mejor. De no
cambiar de rumbo en algún momento, esto no puede acabar bien.
César P.
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