11 de marzo de 2015

¿Hacia dónde navega este barco?


A lo largo de nuestra vida somos conscientes – o deberíamos serlo – de nuestras propias limitaciones. Sabemos, por ejemplo, que no podemos levantar una roca de una tonelada con una mano pero ni falta que hace, ya que con un dedo podemos hacerlo mediante la máquina adecuada. Un principio similar es el que ha encaminado nuestra evolución como formas de vida inteligente a lo largo de nuestra historia. O esa es la idea sobre el papel, puesto que cuando miramos con retrospectiva nos damos cuenta de que parece que vamos más perdidos que un barco a la deriva.

Sorprendentemente, evolucionamos a un ritmo frenético aun a pesar de que no hay un plan escrito en ningún lugar. Sucede, como la vida misma. Es posible que en eso, precisamente, consista la vida – ya sea inteligente o no – en una evolución constante hacia ningún lugar determinado, solo evolución a secas. La gran diferencia entre el resto de formas de vida de este planeta y nosotros es que nuestra evolución cultural es muchísimo más rápida que la evolución biológica que sufren todos los seres vivos.

En efecto, la evolución darwiniana es muy lenta. Tanto así que no podemos verla con nuestros ojos pero tenemos indicios hasta la saciedad que corroboran la existencia de este mecanismo evolutivo: la selección natural. Nosotros parecemos la única excepción a la regla, por lo que sabemos hasta ahora, ya que al ritmo que vamos antes de que la evolución de Darwin nos vuelva a cambiar apreciablemente ya seremos capaces de modificarnos a nosotros mismos a voluntad desde la base de la vida: el ADN.

La selección del hombre es, por lo tanto, el determinante de nuestro viaje por la vida. Surge entonces la pregunta: ¿y hacia dónde vamos? Cuya respuesta más general debería ser: ni idea. Solo sabemos que vamos hacia a algún lugar pero no hay forma de anticipar el futuro. Ejemplo de ello es que hace unos poquísimos años (digamos un par de décadas) no se podía – y nadie lo hizo – predecir el momento actual. Nadie imaginaba, si quiera, el mundo en el que vivimos con pantallas táctiles por doquier, tecnología inalámbrica, GPS, etc.

Ni qué hablar de tiempos más largos, como un siglo. Un siglo no es nada para los tiempos en los que influye la evolución darwiniana, es un parpadeo. Sin embargo, mucho puede cambiar en este planeta en un tiempo tan corto. Hay quien dice (Hawking) que si no nos largamos de la Tierra en un par de centurias estaremos perdidos. Es una posibilidad que no debería tomarse a la ligera pero no es posible saber si ese es el tiempo crítico o si disponemos de más tiempo (o incluso de menos).

El tiempo, nunca mejor dicho, lo dirá.

César P.

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