20 de febrero de 2015

Sobre el principio de mínima acción y la educación


Como estudiante de física, resulta grato comprobar como la ciencia a la que dedico la mayor parte de mi tiempo es aplicable a tan diversos ámbitos de la vida diaria. Recientemente, he podido comprobar – una vez más – que uno de los principios más fundamentales de la física es aplicable al sector educativo en España, y no es otro que el famoso principio de mínima acción.

Para dejar claro de lo que hablo, aunque su nombre es autoexplicativo en gran medida, voy a citar algunos ejemplos de este conocido principio. La caída de los objetos en ausencia de perturbaciones se da en línea recta, hecho bien conocido por todos, ya que de otra forma el objeto no viajaría por la distancia más corta posible. De la misma forma, los planetas orbitan alrededor del sol en determinadas órbitas elípticas, ya que de otra forma no viajarían por la distancia más corta en un espacio curvado por la masa del sol. Ambos fenómenos se explican por el principio de mínima acción, que es fácil de entender en palabras.

Aunque pueda parecer raro, hay una cantidad llamada “acción”, cuyos detalles no especificaré, que debe ser mínima en trayectorias espontáneas como las caídas de objetos o las órbitas planetarias. Pues bien, esta “acción” no es la misma, ya que aparece con su connotación habitual, cuando me refiero al ámbito educativo pero el principio parece cumplirse, para sorpresas de los físicos.

Con motivo de mantener la claridad al máximo, citaré algunos fenómenos que se dan a menudo y que demuestran lo que digo. Un alumno que no quiere hacer los deberes pero sí aprobar, con un 5, aplica el principio de mínima acción para hacer lo justo y librarse. Asimismo, un profesor que no quiere apoyar a sus alumnos aunque alguno de éstos muestre interés en la asignatura, aplica el principio de mínima acción para no hacer más que lo que por ley se le obliga, pero nada más.

Los físicos teóricos están fascinados tras ver como un principio que surge de las entrañas del cálculo variacional aplicado a sistemas de objetos se aplica, también, a los seres humanos. ¿Será que estamos descubriendo los límites de la física, que habíamos subestimado? Sin duda, este campo de estudio va a mantener ocupados a los mejores físicos de todo el mundo y, con el tiempo, acabaremos sabiendo mucho más de nosotros mismos. La evidencia empírica sobre este fenómeno es abrumadora, como se suele decir, los resultados hablan por sí mismos.

César P.

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