2 de febrero de 2015

La vida sin abono


No hay mal que por bien no venga es la frase que me repito a mí mismo cuando la adversidad arrecia con cierto ahínco. No hay mal que por bien no venga, mientras camino de un sitio a otro para ahorrarme algún viaje del metrobús, ya que me ha tocado empezar el mes sin abono. Cuando no hay tarifa plana para usar la red de transporte de Madrid, la vida es un poco diferente a lo habitual. Se acabó lo de caminar lo justo hasta la parada de autobús desde donde se encadenan transbordos hasta el destino final. No se puede elegir el trayecto más corto sino que se debe seguir aquel en el que menos veces se pique.

No hay mal que por bien no venga, al menos esto ayuda a bajar un poco de peso. Esos kilos navideños que aún están en la tripa tienen fecha de caducidad, ya que se irán en cuestión de unos días como coja de nuevo el hábito de andar. De por sí, camino con frecuencia pero en invierno los trayectos a pie se vuelven menos llevaderos. El viento quita la sensación al rostro, el suelo a veces está mojado, la luz del sol no ilumina con afán, etc. Las caminatas invernales es lo que tienen, son un poco lúgubres y, sobre todo, frías.

Cuesta empezar a andar por las mañanas y de tarde-noche pero una vez se coge la velocidad de crucero, se tira pa' lante a donde haya que ir. En invierno se camina presto, con paso ligero y constante, ya que a nadie le gusta pasar frío más de la cuenta. Además, caminar de prisa es muy bueno para entrar en calor, el radiador interno a tope, la ropa de abrigo en cantidad adecuada y ale, no hay quien pase tanto frío con la mirada fija en la meta.

La falta de abono puede parecer una maldición para algunos pero yo lo veo como algo que trae casi más cosas buenas que malas. Obliga a hacer ejercicio, a respetar los horarios más, ya que uno depende en gran medida de su zancada para llevar a tiempo, y – por qué no decirlo – es un ahorro de dinero en cierta medida. Al final, todos los que tenemos que desplazarnos mucho acabamos pillando el abono en cuanto podemos, no queda otra, pero esos días sin la tarifa plana, sin ser VIPs en el suburbano, no se olvidan para bien o para mal.

No hay mal que por bien no venga, a caminar caminante.

César P.

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