Todos los
estudiantes tenemos ciertas fechas entre las más esperadas a lo
largo del calendario académico y, qué duda cabe de que, el día del
último examen de enero-febrero es una de ellas. Fin de exámenes es
ese día mágico en el que sentimos la libertad recorriendo nuestras
venas otra vez, cuando el sol brilla incluso en un día nevado en el
que el mercurio no se atreve a subir de cero. Todo es más bonito y
mejor cuando ya no hay exámenes a la vista ni siquiera en el
horizonte, pues aún quedan varios meses para la siguiente
convocatoria.
Incluso llega a
dar igual si han salido bien o no, aunque mejor si han ido bien, los
últimos exámenes. Lo que sucede en un examen, allí se queda. El
murmullo de los folios doblándose durante horas, el frío sudor que
nos recorre cuando no sabemos una pregunta, la discreta alegría de
contestar bien ese apartado, porque eso se sabe. De un examen se sale
como invicto gladiador romano o tan crucificado como el nazareno, no
suele haber término medio. Las cosas pueden ir muy bien o irse de
las manos en un momento, el único remedio para ahuyentar las malas
emociones es dedicarle horas al estudio, y a veces ni eso basta.
Los exámenes no
se echan de menos pero solemos recordar aquellos que nos salen bien.
Resulta épico sentir cómo se alinean las ideas para converger hacia
una respuesta acertada que sabemos nos dará todos esos preciados
puntos por los que sudamos la gota gorda con cada miligramo de tinta.
A veces el tiempo que dan para hacer el examen nos parece corto,
otras justo y, una pocas veces en la vida, nos sobra el tiempo por
todas partes. Esto último suele coincidir con alineaciones
planetarias para algunas personas.
Hay quien tiene un
boli de la suerte o algún ritual no escrito que realiza
religiosamente antes de presentarse a una prueba importante. Una vez
conocí a un chaval que disfrutaba dando largos paseos antes de hacer
un examen en la facultad. También sé de otro a quien le gusta
llevar una pluma gastada con la que ha hecho incontables exámenes,
es algo así como su instrumento de escritura de la suerte. Cada
quien elige cómo prepararse antes de una prueba pero hay cosas
comunes a todos, como no dejarse el DNI o llevar bolis que pinten.
Por lo demás, la suerte – siempre – está echada.
César P.
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