Internet ha
cambiado radicalmente nuestra perspectiva de la comunicación. Antes
se enviaban cartas manuscritas que debían recorrer los muchos
kilómetros que separaban a remitente y destinatario durante, días,
semanas e incluso meses. No es de extrañar que uno se alegrara de
recibir una respuesta, ¿os imagináis? ¡Qué ilusión recibir una
carta en respuesta a aquella que enviamos el año pasado!
Hoy en día, la
comunicación es un acto casi instantáneo. Además, debido a la gran
velocidad del proceso, tiene continuidad. Cuando solo se podía
hablar mediante unas líneas cada mucho tiempo, las palabras se
elegían con cuidado, mesura y meditación. Había que enviar el
mensaje deseado con cierta completitud, puesto que no tendríamos
oportunidad de continuar la comunicación hasta después de un
tiempo prolongado.
Gracias a internet todo eso quedó en el recóndito pasado pre-electrónico.
Ahora importa menos lo que se escribe, ya que si uno se equivoca,
rectifica, si se queda corto, manda otro mensaje, todo tiene
solución. Además, mandamos fotos y todo tipo de archivos por medio
de nuestros dispositivos táctiles. Es una revolución tecnológica
con la que no soñaba ni el mismo Isaac Asimov cuando escribía sus
novelas futuristas orientadas muchos milenios en el futuro.
Nadie podía
imaginar el mundo en el que vivimos actualmente hace unas pocas
décadas. Estamos rodeados de pantallas táctiles que nos
proporcionan información actualizada, internet llega incluso a los
relojes y el avance es imparable. A este paso, va a costar encontrar
aparatos que no estén conectados a la red www dentro de pocos años.
Las tendencias actuales apuntan hacia las pantallas con tecnología
oLED (con polímeros orgánicos) y curvadas. Una pasada.
Pero este avance
no solo tiene ventajas sino que también acarrea serios
inconvenientes. Hay quienes viven tan enganchados a las nuevas
tecnologías que desarrollan dependencia y diversos desórdenes en su
vida. No viven en el mundo real, ya que el ciberespacio lo es todo
para este tipo de yonkis, los ciberadictos. La dependencia es
una enfermedad reconocida por la OMS que cada vez se extiende más en
los países del primer mundo.
Esto rompe con la
vida social en algunas culturas, donde ya de por sí el contacto no
es tan cercano como en otras. Por ello, las cifras de suicidio
juvenil son tan alarmantes en algunos países. Este es el mundo en el
que vivimos, donde hay que alejarse de las grandes ciudades para
dejar de estar conectado a todo lo que nos rodea y volver a ser parte
de la naturaleza. A medida que progresamos en tecnología, también
debemos crecer en madurez y sobra decir que esto último es de lo que
carecemos.
Poco o muy poco
han avanzado moralmente las sociedades en las últimas décadas, aún
hay conflictos de todo tipo en ciertas regiones del mundo. Al
parecer, no podemos vivir en paz y cooperar por un mundo mejor todos
juntos, será que es muy difícil sentarse a hablar con el prójimo o
el vecino. Así las cosas, de poco servirá tanta maravilla
tecnológica si no sabemos llevarnos bien, bueno, sí, puede que
sirva para ver el fin del mundo en HD.
César P.
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