Cuando vemos una
película de hace un par de décadas o anterior todo el mundo aparece
con un cigarrillo entre los dedos. Fumar era mucho más aceptado
socialmente de lo que es ahora, era parte de lo cotidiano, fumar era
bueno desde todos los puntos
de vista. Mientras más nos remontamos en el siglo pasado, más
aparece el cigarrillo en todo contexto. Si quitásemos este elemento
de las películas clásicas todo cambiaría radicalmente, ¿acaso os
imagináis a Humphrey Bogart sin un cigarrillo en Casablanca?
La mentalidad sobre el tabaquismo ha cambiado mucho en los últimos
años. En ello ha influido mucho lo que ahora se sabe al respecto y
antes de desconocía. El tabaco, ¡oh, sorpresa! produce cáncer y es
un factor de riesgo para un sinfín de enfermedades. Con ello en
mente no es de extrañar que a lo largo de los últimos años se haya
limitado cada vez más a los fumadores. Desde hace años no se puede
fumar en lugares público, algo que antes era lo habitual está
ahora prohibido y es penalizado con una multa.
Ya no se fuma en estaciones, ni en algunos bares. Si te llama el
cigarrillo, tienes que salir a la calle para encenderlo. Los
fumadores aguantan las inclemencias del tiempo con tal de inhalar esa
nicotina que tanto ansían. Ahora, lo normal es que la gente
no fume en espacios públicos pero hasta hace no mucho no lo era, y
ha costado acostumbrarse a esta ley. Al principio, muchos fumaban a
escondidas en el metro pero los operarios del suburbano y los
vigilantes se aplicaron en hacer cumplir la ley, en cuestión de
meses ya era muy raro ver a alguien soltando humo en las estaciones.
En lugares muy concurridos, como los aeropuertos, hay cabinas para
que los fumadores no tengan que salir a la calle, lo cual a veces
resultaría del todo impracticable. Estas medidas ayudan a paliar el
mono que sienten quienes están más enganchados y no deja de
ser una divertida escena ver a tantas personas apiñadas fumando en
un pequeño recinto transparente. Incluso han surgido diversas
alternativas para los más innovadores, como los ya conocidos parches
de nicotina o los novedosos cigarrillos electrónicos que sueltan
vapor de agua.
No son lo mismo, ya que fumar a la antigua usanza es lo que más
placer propina, pero algo es algo y algo es mejor que nada. A día de
hoy, el tabaco ha sufrido algunos reveses, como la subida de
impuestos y, en general, de precios. La crisis ha purgado a muchas
personas de tan caro hábito por fuerza mayor. Los más empedernidos
siguen fumando y muchos nuevos fumadores se suman cada año. Cuatro
años después de la implantación de la ley antitabaco, tan
criticada en su momento por perjudicar a hosteleros y tratar a
fumadores como apestados, el aire es un poco más limpio en muchos de
los lugares por los que transitamos a diario. Se agradece.
César P.
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