Resulta abrumador
ver como la gente se ha echado a las calles y se ha volcado en la red
a apoyar la supuesta libertad de expresión desde el atentado en la
sede de Charlie Hebdo, en París. Detrás de todo esto, hay unas
cuantas lecciones que deben ser aprendidas. Más vale que alguna de
ellas se aprendan rápido, pues puede haber más vidas en juego en
caso de no hacer los deberes.
Por un lado, el
pueblo francés nos da una lección – otra vez – sobre como
manifestarse por un ideal, sobre como defender las convicciones de
Occidente y sobre como no dejar que unos matones envalentonados
acallen a nadie. La gente ha salido de forma masiva a la calle, los
manifestantes se contaban ayer por cientos de miles y hay que tener
en cuenta que la manifestación oficial había sido convocada para
hoy, no para ayer. Si lo mismo pasase en España cuando pisotean
nuestros derechos, nadie seguiría riéndose de nosotros. Otro gallo
cantaría.
En los medios y en
la Internet podemos ver el “apoyo” de la gente bajo la consigna
Je suis Charlie, es decir, yo soy Charlie. Pensemos en lo que
significa este cartel que se han colgado muchos casi sin meditarlo,
después de todo, como está en todas partes debe ser lo que toca
colocar en el estado, ¿no? Craso error. Decir que uno es Charlie no
es, para empezar, lo mismo que decir que se apoya la libertad de
expresión. Es parecido, es cercano, parcialmente es lo mismo, sí.
Pero no completamente.
Una cosa es
expresarse como lo hacen los de Charlie Hebdo, que en su derecho
están, y otra es defender la libertad de expresión en sí misma.
Eso que brilla por su ausencia en muchas de nuestras publicaciones
pero por lo cual nadie hace ni dice nada a menudo. Hasta que alguien
muere o estalla una bomba, entonces sí que se vuelca gente a apoyar
ideales, se cuelgan el cartelito y alaban a los mártires. No nos
confundamos, podemos estar en contra del humor satírico contra el
profeta y aún así apoyar la libertad de expresión, una cosa no
quita la otra. No caigamos en hipocresías o falacias autoinventadas,
o lo que es peor, manufacturadas por otras personas.
Hoy he visto unas
publicaciones que me han parecido de lo más elogiable. Algunos
musulmanes han publicado fotos en las que aparecen con un cartel que
dice: not in my name, o sea, no en mi nombre, mostrando su rechazo al
asesinato de los dibujantes de Charlie Hebdo y la amenaza a cualquier
otra persona en Occidente. Como dice el viejo dicho, una imagen puede
hablar más que mil palabras. Este acto de desvinculación demuestra
que es tan solo una minoría de locos los que se dedican a ejercer la
innoble profesión de terrorista contra los infieles cristianos.
En realidad,
resulta obvio pero se suele dejar en el olvido que la mayoría de los
musulmanes viven vidas tan pacíficas como las nuestras. Por unas
pocas ovejas descarriadas pagan los inocentes, esta es la razón de
tanta desconfianza pero en el fondo la causa es la de siempre cuando
hay prejuicios de por medio: la ignorancia. Seamos o no Charlie, hay
que elogiar y divulgar la iniciativa not in my name para
que más personas sean conscientes de la realidad.
No
creo que atizar con una vara a la bestia sea la solución, ya que
luego no ha lugar a quejas cuando nos caiga otra coz. Ninguno de los
dos comportamientos es justificable. El primero por ser una elección
entre muchas posibles y el segundo porque la violencia gratuita es de
cavernícolas. Una vez más, la única solución al problema es la
educación, la de ellos y la nuestra, la de todos.
César P.
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