Todos los usuarios de redes sociales
tenemos agregados a personas en nuestra lista de amigos con las que
apenas hablamos o no hablamos en absoluto, ni siquiera para felicitar
los cumpleaños. Esa es la realidad de la internet: un montón de
contactos y muchos menos amigos. Es una forma dinámica de conocer
gente, hacer algún que otro amigo a distancia e incluso de buscar
pareja. O de encontrar pareja sin pretenderlo, todo es posible en la
Red. Esa es la magia de las www, la capacidad de comunicarnos como
nunca antes.
Me he dado cuenta
de que a medida que pasan los días veo pequeñas noticias de las
vidas de personas de las que no se nada, salvo lo que cuelgan en
Facebook. Son retazos de información suelta, por aquí y por allá,
pero conexa, ya que en su brevedad me resumen lo que va pasando en
sus vidas. A veces comento algo o le doy a Me gusta, como buen
usuario de la conocida red social. No es raro que surja alguna que
otra conversación con el uso regular de esta red, pero poco más.
A veces me gustaría
abrir un chat y empezar a hablar con alguien con quien nunca he
hablado más allá de un hola y un adiós. ¿Por qué no lo hago?
Supongo que no quiero decepcionarme, ni dejar que me decepcionen. Hay
gente muy interesante por allí pero si el interés no es mutuo las
conversaciones mueren con rapidez. Resulta incómodo y mejor no
forzarlo. La gente parece ir demasiado a lo suyo como para detenerse
a cultivar nuevas amistades.
Todo
gira en torno a la ventana de oportunidad. Cuando conocemos a alguien
en la vida real, todos tenemos una oportunidad de calar en esa
persona lo suficiente como para mantener el contacto, hablar, etc.
Pocas veces aprovechamos ese tipo de oportunidades o es que estábamos
a nuestro rollo y ¡oh!, mala suerte, ya ha pasado ese tren sin
retorno. Resulta más complicado empezar a hablar con alguien con
quien has mantenido una vida paralela en la red social durante años
y con quien nunca has
mediado palabra. Esa persona lo sabe, tú lo sabes, Facebook lo sabe.
Es el fin.
Las convenciones
sociales dictan que la relación de mantiene en un mínimo de me
gustas y algún comentario breve, solo un par de palabras y un ja,
ja, ja o un xD. No hay que pasarse de la raya. Y si nos limitamos a
los likes (me gusta), mejor que mejor. Porque así es la vida en la
internet, ¿no? Vaya bodrio de redes sociales en las que hay
postureo, selfies, foto grupal, más postureo con la chica de turno,
alguna foto chorra que no falte y poco más. Ah sí, ¡cómo
olvidarlo!, los estados profundos hay que ponerlos para que todo
aquel que lo lea se quede reflexionando, por lo general una búsqueda
rápida en Google soluciona eso.
También están los
pesados que no dejan de compartir enlaces, páginas, vídeos y los
aún más cansalmas que envían invitaciones a juegos de Facebook. En
fin, tampoco hacen daño a nadie salgo a algún que otro bit perdido
en la página. (¡Y a mi paciencia!) Pero, ¿esto es todo? ¿No se
supone que debería haber algo más? No lo sé, pero tengo clara una
cosa y es que haciendo uso de la sinceridad me gustaría abrir un
chat y decirle a alguna que otra persona: Hola, quiero conocerte.
Leído.
César P.
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