12 de diciembre de 2014

Las “vacaciones” de fin de año se acercan


Ya solo queda una semana larga para que lleguen las vacaciones escolares. Muchos trabajadores también tendrán algún descanso dentro de unos días, lo habitual en fechas navideñas y fin de año. Sin embargo, hay quienes no van a poder descansar mucho en estas cortas vacaciones: los estudiantes de grado. Estas fechas están cargadas de trabajos y la inminente llegada de los exámenes de enero-febrero exige cierta dedicación. Para muchos universitarios, las vacaciones navideñas son el último respiro antes del sprint final del primer semestre.

Los profesores consideran oportuno enviar trabajos para que los alumnos no se aburran en Navidad, así se acuerdan de ellos pero tal vez no de la forma en la que tenían pensado. Además, con el ajetreo del curso escolar, es normal llevar las cosas un tanto dispersas, apuntes que deben ordenarse y clasificarse, ejercicios que hay que repasar, un poco de estudio pendiente o mucho, etc. Lo suyo es que los apuntes se dispersen cada vez más, siguiendo el segundo principio de la termodinámica que reza que la entropía de un sistema cerrado siempre aumenta.

Al igual que sucede con la entropía, debemos gastar energía y tiempo para ordenar los apuntes. No es un proceso espontáneo. Esto se lleva a cabo durante las vacaciones de Navidad y Año Nuevo, ese parón escolar que tanto deseamos para estirar las piernas, el cuerpo y soltarnos un poco. Este tiempo de relax es un tanto peligroso por dos motivos: es sumamente corto y se concentran muchos compromisos.

Por un lado, hablamos de tan solo un par de semanas de descanso, como quien dice casi nada. Por otro, solo en comidas, cenas y reuniones familiares se nos va gran parte del tiempo. Sumemos las quedadas con los amigos. Ahora sumemos los compromisos diversos con gente del trabajo, la universidad, aquel círculo de amigos con los que jugamos al fútbol a veces, etc. Después de todo esto, ¿cuánto tiempo nos queda para el estudio? ¡Ah!, ¿pero en serio queda tiempo para hacer algo más?

Pues hay que sacarlo de algún lugar. Tal vez recortando horas de sueño, forzando el despertador un poco o instalando un muelle debajo de la cama para salir proyectados de la cama ya que en caso de no ser por fuerza mayor no va a suceder de forma espontánea. Hay una ley no escrita que resume una verdad sobre la vida misma, todo el mundo lo sabe, aplicable en invierno: la dificultad de abandonar la cama es directamente proporcional al frío que hace. Es decir, más frío, misión imposible.

El día del año que más nos cuesta arrancar es, curiosamente, el primer día del año. El 1 de enero las calles de la ciudad están desiertas a partir de media mañana cuando ya casi todos los zombies, perdón, personas han vuelto a sus casas después de una noche de locura. Es el día más calmado del año, en el cual se oye el sonido de un alfiler cayendo al suelo a kilómetros. Ese día empieza por la tarde, o incluso por la tarde noche. Es más, no vale la pena contarlo en el calendario, el primer día del año debería ser el 2 de enero.

Desde el día 2 a la vuelta a clases queda una semana corta. ¡Qué bajón! Y aquí es cuando nos entran las prisas, hay que ponerlo todo el día en solo un par de días, ¡todos sabemos que no se hace nada los primeros días del año! Como somos muy responsables, en solo 24 horas podremos hacer todo cuanto nos hace falta. Después, puede que nos entre un optimismo exacerbado por el frenesí que conlleva cambiar de año y sobrestimemos nuestras habilidades: tan solo 12 horas harán falta, y así sucesivamente.

Lo más probable es que no nos alcance el tiempo para hacer todo cuanto nos haga falta, ya que los días se agolpan en el calendario y se hacen más cortos, ¡el universo conspira en nuestra contra! Volveremos a la rutina, inevitablemente, con el cuerpo aún en proceso de adaptación a las vacaciones pero, ¡oh, sorpresa!, éstas ya se han acabado. Vamos casi reptando de vuelta a nuestro puesto de trabajo o asiento en clase para darlo todo con ayuda de un poco de cafeína y antes de lo que imaginamos las vacaciones navideñas ya son historia, otra vez.

Ante esta bucólica perspectiva del futuro próximo que está por venir, solo puedo pensar lo siguiente: ¡quiero vacaciones ya!

César P.

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