Ya solo queda una
semana larga para que lleguen las vacaciones escolares. Muchos
trabajadores también tendrán algún descanso dentro de unos días,
lo habitual en fechas navideñas y fin de año. Sin embargo, hay
quienes no van a poder descansar mucho en estas cortas vacaciones:
los estudiantes de grado. Estas fechas están cargadas de trabajos y
la inminente llegada de los exámenes de enero-febrero exige cierta
dedicación. Para muchos universitarios, las vacaciones navideñas
son el último respiro antes del sprint final del primer semestre.
Los
profesores consideran oportuno enviar trabajos para que los alumnos
no se aburran en Navidad, así se acuerdan de ellos pero tal vez no
de la forma en la que tenían pensado. Además, con el ajetreo del
curso escolar, es normal llevar las cosas un tanto dispersas, apuntes
que deben ordenarse y clasificarse, ejercicios que hay que repasar,
un poco de estudio pendiente o mucho, etc. Lo suyo es que los apuntes
se dispersen cada vez más, siguiendo el segundo principio de la
termodinámica que reza que
la entropía de un sistema cerrado siempre aumenta.
Al igual que sucede con la entropía, debemos gastar energía y
tiempo para ordenar los apuntes. No es un proceso espontáneo. Esto
se lleva a cabo durante las vacaciones de Navidad y Año Nuevo, ese
parón escolar que tanto deseamos para estirar las piernas, el cuerpo
y soltarnos un poco. Este tiempo de relax es un tanto peligroso por
dos motivos: es sumamente corto y se concentran muchos compromisos.
Por un lado, hablamos de tan solo un par de semanas de descanso, como
quien dice casi nada. Por otro, solo en comidas, cenas y reuniones
familiares se nos va gran parte del tiempo. Sumemos las quedadas con
los amigos. Ahora sumemos los compromisos diversos con gente del
trabajo, la universidad, aquel círculo de amigos con los que jugamos
al fútbol a veces, etc. Después de todo esto, ¿cuánto tiempo nos
queda para el estudio? ¡Ah!, ¿pero en serio queda tiempo para hacer
algo más?
Pues hay que sacarlo de algún lugar. Tal vez recortando horas de
sueño, forzando el despertador un poco o instalando un muelle debajo
de la cama para salir proyectados de la cama ya que en caso de no ser
por fuerza mayor no va a suceder de forma espontánea. Hay una ley no
escrita que resume una verdad sobre la vida misma, todo el mundo lo
sabe, aplicable en invierno: la dificultad de abandonar la cama es
directamente proporcional al frío que hace. Es decir, más frío,
misión imposible.
El día del año que más nos cuesta arrancar es, curiosamente, el
primer día del año. El 1 de enero las calles de la ciudad están
desiertas a partir de media mañana cuando ya casi todos los zombies,
perdón, personas han vuelto a sus casas después de una noche de
locura. Es el día más calmado del año, en el cual se oye el sonido
de un alfiler cayendo al suelo a kilómetros. Ese día empieza por la
tarde, o incluso por la tarde noche. Es más, no vale la pena
contarlo en el calendario, el primer día del año debería ser el 2
de enero.
Desde el día 2 a la vuelta a clases queda una semana corta. ¡Qué
bajón! Y aquí es cuando nos entran las prisas, hay que ponerlo todo
el día en solo un par de días, ¡todos sabemos que no se hace nada
los primeros días del año! Como somos muy responsables, en solo 24
horas podremos hacer todo cuanto nos hace falta. Después, puede que
nos entre un optimismo exacerbado por el frenesí que conlleva
cambiar de año y sobrestimemos nuestras habilidades: tan solo 12
horas harán falta, y así sucesivamente.
Lo más probable es que no nos alcance el tiempo para hacer todo
cuanto nos haga falta, ya que los días se agolpan en el calendario y
se hacen más cortos, ¡el universo conspira en nuestra contra!
Volveremos a la rutina, inevitablemente, con el cuerpo aún en
proceso de adaptación a las vacaciones pero, ¡oh, sorpresa!, éstas
ya se han acabado. Vamos casi reptando de vuelta a nuestro puesto de
trabajo o asiento en clase para darlo todo con ayuda de un poco de
cafeína y antes de lo que imaginamos las vacaciones navideñas ya
son historia, otra vez.
Ante esta bucólica perspectiva del futuro próximo que está por
venir, solo puedo pensar lo siguiente: ¡quiero vacaciones ya!
César P.
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