Era cuestión de
tiempo que acabase escribiendo sobre uno de los temas más de moda:
la interminable corruptela del PP. Entre el caso Palma Arena, el
controvertido caso Gürtel, abierto desde 2009, diversos fraudes de
la operación Campeón, el
caso Bárcenas, las tarjetas opacas y un largo etc, el PP no da
abasto. No dejan de salir fraudes, abrirse casos, destaparse tramas y
todo salpica a los altos cargos del partido, incluso al actual
presidente del gobierno, Mariano Rajoy.
No
estoy muy al día en los más escabrosos detalles del asunto, porque
me revuelve las tripas, pero cada día se ve en las noticias algo
nuevo, algo que va más allá, algo que nos sorprende a todos cuando
ya creíamos que nada podría sorprendernos. Esta es la realidad que
estamos viendo a día de hoy: que el partido que predica-ba defender
los principios y la transparencia está metido hasta los mismísimos
en tramas de corrupción.
Por
un lado, no me ha sorprendido tanto que
haya muchos miembros del partido que gobierna actualmente hayan
estado robando dinero. Pero, y creo que no seré el único, me ha
anonadado que el alcance de estas tramas de corrupción. No dejo de
preguntarme cómo es posible pero me respondo al poco tiempo: quienes
han estado sisando al Estado y al contribuyente eran quienes hacían
las leyes. Hacían y deshacían a su antojo al más puro estilo yo
me lo guiso, yo me lo como de
Juan Palomo.
Y,
sin embargo, predican transparencia y honestidad. Venga ya. Menos
milongas, hasta que no saneen todos los escándalos que recorren el
partido, mucho me temo que el PP va a tener su credulidad en
entredicho. Si bien no todos los miembros de este partido se ven
afectados por la sombra de la corrupción, uno ya duda. Es lo suyo,
sobre todo teniendo en cuenta todas las promesas incumplidas del Sr.
Rajoy.
No
me extraña que los políticos luchen tanto por hacerse con un cargo
considerando los sueldos anti-crisis que
se agencian, los beneficios y, como no, las posibles comisiones.
Considerando este panorama, es
normal que se pelee tanto por un cargo político. Llegado a este
punto es cuando me pregunto por qué nosotros, el pueblo, permitimos
que las cosas funcionen así. En resumen, y simplificando un poco
pero siendo realista, somos muchos los que pagamos nuestros impuestos
para que unos pocos – los que mandan
– disfruten de lo lindo.
¿Viva
la democracia? ¿O es que esto ya no es tal cosa?
César P.
No hay comentarios :
Publicar un comentario