Puede parecer difícil de creer pero se ha llegado a un punto
tan preocupante en la sociedad que hay numerosas familias sin hogar. La únicas
soluciones que encuentran es o bien vivir en la calle o bien ocupar una
vivienda de forma ilegal. Sin embargo, ambas alternativas tienen claras
desventajas y generan inconvenientes de distinta naturaleza.
Por una parte, vivir en la calle no es nada agradable y
menos en la época actual, invierno. El frío se cuela por todas partes y es muy
duro soportarlo. Por eso no es raro ver a indigentes dormir en cajeros en
diversos puntos de la capital y otras ciudades. Pero las circunstancias de una
persona sola no son las mismas que las de una familia; en este segundo caso la
situación se complica mucho.
La okupación es la
práctica de entrar a vivir en una vivienda o local de forma, digamos,
irregular. Literalmente, se trata de entrar en un sitio y poner la tienda de campaña. Sucede desde hace mucho tiempo y se
suele asociar con comportamientos indeseables de quienes invaden de esta forma,
los okupas. En ocasiones, se
relaciona con la droga, el alcohol, etc. Pero no siempre es este el caso, a
veces se trata del último recurso de personas que no tienen hogar.
Hay varios sitios en Madrid donde se puede ver okupación e
incluso chabolas en plena vista, como
en Moncloa-Aravaca, en todo el centro de la capital. En el caso de los
asentamientos chabolistas, se trata de ir un paso más allá, ya que estas
viviendas se levantan en un terreno vacío o mayoritariamente abandonado, por lo
general un solar sin uso. Debido a la falta de calefacción, quienes viven en
chabolas suelen hacer fuego para soportar el frío, al estilo de antaño.
Las autoridades se encargan, por medio de los mecanismos
legales pertinentes, de echar a los okupas o a los chabolistas pero el desalojo
no soluciona el problema. Bien pueden irse a otra parte a ocupar, ya que el
desalojo siempre es avisado con antelación. Incluso podrían irse antes de
llegar a ser desalojados por la policía. El problema es que hay personas, es
más, familias enteras que no tienen una vivienda en la que residir.
No todos los que se encuentran en esa situación se lo han
buscado, algunos simplemente no han podido adaptarse a la cambiante situación
de los últimos años. El apretón de cinturón ha sido demasiado para ellos o tal
vez se quedaron sin trabajo y no pudieron encontrar otro en condiciones. Son
muchas las posibilidades, cada persona es una historia distinta y una realidad
compleja.
Las autoridades suelen lavarse las manos, desalojan – si es
que lo hacen – y miran a otro lado. Quienes suelen sufrir las ocupaciones son
los vecinos de las viviendas ocupadas. En cualquier caso, los okupas saben que
tienen meses o, incluso, años para disfrutar de las viviendas que han invadido.
Y lo aprovechan.
Ya sean cuatro jóvenes que no pueden pagar un alquiler, como
declaran quienes ocupan el Colegio Mayor San Juan Evangelista, o familias que
no tienen muchos ingresos, como quienes ocupan viviendas del ayuntamiento en Parla,
esta situación debe regularizarse. No en vano algunos pagamos impuestos, ¿no?
Y, repito, la solución no es echarlos a la calle de una patada.
César P.
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