Todos cometemos errores. Eso es un hecho incuestionable y
una verdad tan innegable como que el sol sale cada día. Algunos errores son
fáciles de enmendar o carecen, a efectos prácticos, de repercusiones. Pero
otros no, otros no desaparecen tan fácilmente. Hay errores que se pagan muy caro y por mucho tiempo. Y también hay algunos que nunca se terminan de pagar,
cambiando nuestras vidas para siempre.
Hay varios tipos de personas en este mundo. Se pueden
clasificar de muchas formas pero no vamos a entrar en eso. En resumen, hay
quienes se preocupan por los demás y quienes solo se preocupan por sí mismos. El
mundo sería muy distinto si hubiese más personas del primer tipo aunque lo más
sano es un equilibrio de ambos comportamientos.
Conozco a un joven que lleva actualmente una carga muy
pesada. Tuvo un estado mental autodestructivo durante años como consecuencia de
una filosofía de vida perjudicial y tal vorágine se alimentó de ciertas
circunstancias personales desfavorables. Conozco muy bien lo que ese joven vive
porque soy su principal confidente.
Su última y más grandes desgracia es haber descuidado y
destruido la relación sentimental que mantenía hasta hace poco. Esa relación
era lo más importante para él, paradójicamente, pero no pudo demostrarlo ni
hacerlo notar. No supo cuidar la relación y se terminó. Ahora, él intenta
enmendar sus errores mientras sigue un tratamiento para salir del pozo en el
que se encontraba su mente.
El problema es que casi nadie confía en él y la mayoría de
sus esfuerzos se estrellan contra la pared del rechazo y la indiferencia. Este
joven ha intentado llevarse bien con su ex pareja e incluso tener gestos de
afecto con ella pero no ha obtenido nada aparte de indiferencia. Algo que no
debió romperse está roto. Y ahora mismo no hay forma de que pueda enmendarse.
La única solución parece ser dejar pasar el tiempo y cesar
los intentos por mantener una relación con muestras de afecto. Es una
conclusión a la que hemos llegado no sin esfuerzo y con largas horas de
conversación. No parece haber más opción, ninguna alternativa viable en estos
momentos. Y por duro que parezca, el tiempo y la distancia son el único remedio.
Aún así, nada asegura que esta herida vaya a cerrarse alguna
vez. Es posible que no lo haga y con ello mi amigo va a tener que aprender a
vivir. Hablo con él a menudo para animarlo y puedo ver que mejora poco a poco.
Las recaídas son habituales pero es lo que hay. Como suelen decir algunas
personas, el tiempo lo cura todo.
Ánimo colega, no estás solo. La vida continúa.
César P.
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