Ayer, por circunstancias de
la vida, acabé en medio de un gentío enorme que me rodeaba en todas las
direcciones que podía ver y que limitaba mis movimientos en gran medida. Desde
que salí del metro hasta que llegué a mi destino a pie tuve que ir al ritmo de
la multitud, pues no podía avanzar de otra forma. Estaba en las inmediaciones
del Vicente Calderón minutos antes del comienzo del derbi madrileño que enfrente al Real Madrid y al Atlético de
Madrid.
Tan solo tenía que
caminar un par de calles desde la salida del metro hasta donde iba, y no
bastaron más para ver cuanto allí sucedía. Era un espectáculo al mismo tiempo
grotesco y desmesurado, había vendedores de bufandas y otros artículos, padres
de familia pendientes de sus hijos, forofos, gente joven, mayores, etc. También
había personal de limpieza poniendo algo de orden en el caos, pues las aceras
estaban llenas de botellas, bolsa, vasos y todos cuanto deja tras de sí el
botellón.
También pude ver gran
cantidad de establecimientos, sobre todo bares, repletos de gente que iba a ver
el partido pero tal vez no pudo conseguir una entrada o de aquellos que
apuraban la última caña antes de entrar al estadio. Había también policías y no
pocas lecheras anunciando a todos su
presencia con las luces rojiazules puestas en intermitente. Había de todo. Era
la explicación en vivo de cómo y en qué medida el fútbol mueve multitudes en
este país.
Incluso el metro sufrió los estragos de tanta
gente - al parecer – pues hubo algunos cortes en el servicio rápida y ágilmente
solucionados. Y es que, el fútbol es el fútbol, ¿no? Y si juega el Madrid o el
Atleti hay que dejar todo lo que estamos haciendo para ir a ver el partido,
olvidarnos hasta de lo miserable que puede ser nuestra existencia por disfrutar
de ese momento de poesía pura y exaltación que dura 90 minutos más el tiempo de
descuento.
Ya sea que nos toque
sufrir o gritar de alegría, según a quién apoyemos, o ser imparcial, el fútbol
hay que verlo y todo lo demás deja de existir mientras dura ese partido pero
también deja de importar justo antes y justo después, ¿verdad? Es más, el día
que hay fútbol, nada más importa, por no decir que la semana de antes solo se
piensa en ese día, etc. Después del partido, toca analizarlo y esperar al
siguiente, y así sucesivamente.
Y así es como se consigue
que un país se olvide de su miserable existencia.
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