Viendo las noticias es
como uno se mantiene más fácilmente al día de lo que acontece en el mundo. Si
bien no acepto como válidas las afirmaciones de los medios sobre muchos
asuntos, al menos sirven para difundir noticias. Luego queda a mi cargo
investigar la verdad sobre lo que más me llama la atención en los titulares.
Hoy, no he podido evitar sorprenderme ante las cifras de gasto y presunta
malversación de fondos públicos que se esconden tras la visita del Papa en el año 2006.
Según parece, un ya
conocido de las audiencias y tribunales, el señor Camps, está detrás de unos gastos desorbitados con motivo de
la visita del máximo representante de la iglesia católica por aquel entonces, Benedicto XVI. Se han sacado a relucir
cifras que sobrepasan con creces los gastos previstos para tal visita. En el
reportaje, se mencionaba la contratación de más de 200 miembros de seguridad a
pesar de que se solicitaron solo 80 efectivos. ¿Por qué se había contratado “sin avisar” a más gente de la prevista?
Alguien podría pensar que
la seguridad no es un asunto en el que deba escatimarse. Sin embargo, hay otras
acciones destacadas de esta trama. Aunque la cantidad de gente en las calles
durante la visita del Papa era mucho menor que en Fallas, la fiesta más
concurrida de Valencia, se contrató el servicio de muchos más urinales
públicos. Tampoco se escatimaron gastos en las pantallas gigantes que
transmitieron el acto, ni en la retransmisión, etc.
Es decir, un conjunto de
gastos desorbitados que se salen claramente de la proporción del evento
demuestran – o indican a todas luces – que “alguien” aprovechó la visita del
Papa para desviar fondos públicos sin miramientos. ¿Vemos por dónde va el asunto? Una vez más, según parecen indicar
las pruebas, “alguien” se ha lucrado gracias a un evento público que
supuestamente no debería salir tan caro al contribuyente. Y es que si va a costar tantos millones que nos
visite el Papa, creo que podemos postergar estos eventos hasta que España
mejore un poco económicamente.
Lo que más me sorprende es que hayan
tenido que pasar 8 años y se haya tenido que “poner de moda” destapar
corruptelas para que salga a la luz algo como esto. ¿Es que nadie controla los gastos que se realizan para este tipo de
eventos cuando se van a llevar a cabo?
Me parece una completa locura que se
pueda realizar todo esto sin que haya repercusiones inmediatas y, lo que es
peor, sin que haya ningún aparente mecanismo regulador que impida tales
aberraciones.
¿Y ahora qué? ¿Se hará justicia? ¿Se devolverán
los fondos gastados, mejor dicho, desviados hacia algún bolsillo?
César P.
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