Pocas personas se han
convertido en mitos vivientes de forma completamente indiscutible por sus
acciones y las repercusiones de las mismas. Este ha sido el caso del conocido ex
presidente de Sudáfrica que luchara contra el apartheid y combatiese el SIDA en
busca de una situación más igualitaria. Décadas han pasado desde que Nelson
Mandela empezara a ser un icono de la lucha de clases sociales y ahora, unos
días después de su fallecimiento, el mito se ha convertido en leyenda.
La vida puede ser muy
irónica en algunas ocasiones. De esto ha sido víctima Mandela en carne propia,
pues quien pudo llevar la igualdad a su país no consiguió resolver los
conflictos que se crearon dentro de su propia familia. Desde hace años, los
parientes más cercanos del ex presidente sudafricano lidian por los derechos a
hacer rentable el nombre Mandela. Hay quienes han usado el nombre familiar para
aparecer en los medios y quien ha aprovechado la popularidad del ex mandatario
para comercializar todo tipo de productos, como suvenires y similares.
Este tipo de rentabilidad
ha sido la manzana de la discordia dentro del núcleo familiar de los Mandela y
ha causado conflictos que han resquebrajado la unidad de dicha familia. Resulta
lamentable ver, también en esta ocasión, que quienes quedan detrás se tiren de
los pelos por los bienes de quien ha partido. En cualquier caso, Nelson Mandela
ha dejado una huella inolvidable en la historia reciente por la determinación
con la cual luchó contra la situación social en Sudáfrica. Es una de las
grandes figuras que se sacrificaron por conseguir el bienestar social de los
más desfavorecidos en una nación llena de desigualdades.
Quienes vivimos hoy vemos
un panorama de desigualdad entre el denominado primer mundo y el catalogado
como tercer, o incluso cuarto mundo, según el nivel de pobreza de las naciones.
Es decir, hablamos de desigualdad en bienes materiales, educación, sanidad y
servicios básicos que marcan una brecha insuperable actualmente. Hace unas
décadas, había más desigualdad dentro de las sociedades, contra las mujeres y
otros colectivos, como los negros, judíos, etc. Si bien estas diferencias y sus
repercusiones aún persisten, mucho se ha conseguido para acercarnos a la
igualdad de derechos.
Parece mentira que en
pleno siglo XXI, con la cantidad de avances tecnológicos y progreso científico
que hay, aún perviva la discriminación. Poco se ha progresado en cuanto a
valores, moral y ética. Por no decir que nos hemos estancado y hasta hemos
perdido en este aspecto. Hoy en día, los colectivos minoritarios anteriormente
discriminados en algunas sociedades pueden llevar una vida con igualdad de
derechos, en gran medida, pero esta no es una situación generalizada en todas
partes. El mundo necesita más personas como Nelson Mandela, que sean capaces de
marcar la diferencia y conseguir un cambio para mejor.
Aún queda mucho para
conseguir que todas las personas de este mundo se den cuenta de un hecho tan
simple y llano como que todos nacemos con
los mismos derechos y debemos de tener las mismas oportunidades de
desarrollarnos como personas. Tal vez la humanidad haya perdido a muchos
genios que nacieron en lugares desfavorecidos y nunca vieron sus habilidades en
su máximo esplendor. Ya es hora de que nos demos cuenta de que nimiedades como
el color de pelo, de piel o el acento de una persona no determinan su valía. ¿A
qué ritmo progresa la humanidad en cuanto al sentido común?
César P.
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