Recuerdo mis meses de
estudiante Erasmus como uno de los mejores de toda mi vida. No fue hace mucho
que partí a París para estudiar allí durante dos cuatrimestres, ni fue hace
mucho tampoco que dejé aquella ciudad por última vez empañados mis ojos con
lágrimas de nostalgia por todo cuanto quedaba atrás al volver de nuevo a
España. Ahora, fuera de España una vez más, esta vez en tierras germanas voy a
resumir mi experiencia como alumno de intercambio a continuación.
La beca Erasmus es un
tanto particular desde el momento en que se solicita. Se pide con antelación de
un curso académico, es decir, si se solicita este año se concede para el
siguiente curso. Hasta ahí nada muy fuera de lo común, pues solo se tarda un
par de meses o menos en conocer la resolución de la beca.
Una vez aprobada hay que
hacer poco más que esperar para ir al destino y empezar la aventura. Tal vez lo
más difícil sea conseguir un piso, pues hay que hacerlo con antelación
suficiente para tener uno bueno. Este no fue mi caso, siendo yo tan dado como
soy a dejar las cosas para el último momento. Cuando intenté encontrar un piso
en París ya todas las residencias estaban ocupadas y aquellas en las que
quedaban plazas pedían requisitos que yo no cumplía.
Recuerdo cuanto me
sorprendió que me solicitaran tener un aval francés para alquilarme un piso,
sobre todo en residencias pero también por parte de arrendadores particulares.
¿Un aval francés? Pues, considerando que yo era un estudiante extranjero que había
estado solo en un par de ocasiones en París la cosa estaba complicada. Y así,
llegué a ir unos días a la ciudad de las luces con mi compañero de facultad, a
quien llamaré Dani a partir de ahora y quien también iba de intercambio, a
buscar piso.
Nuestra misión estaba
bien planteada y teníamos expectativas de encontrar algo en unos pocos días
pero el gran esfuerzo acabo siendo infructuoso. El requisito del aval francés
iba más allá de nuestras posibilidades así que tras caminar medio París y
hablar con varios arrendatarios volvimos a embarcarnos de vuelta a España. Este
pequeño viaje tuvo lugar en el mes de Agosto, alrededor de un mes y pico antes del
comienzo del curso académico y fue un valiente intento de empezar con buen pie
nuestra estancia en Francia.
La búsqueda de piso puede
volver loco a cualquiera, en ocasiones incluso en su propio país, así que
imaginad en qué se convierte esta empresa cuando intentas asentarte en una
ciudad extranjera. Para mejorar un poco la situación, el dinero de la beca no
es ingresado en la cuenta del becado hasta meses después de éste asentarse en
su destino. Esto es, uno o dos meses después de llegar a París para el inicio
del curso recibí el primer pago.
La incertidumbre reina en
los pasillos de las oficinas responsables de dar información al respecto. Nadie
sabe cuándo llegarán los pagos NI cuántos serán. Ni la cuantía total de la
beca, claro está. Lo que sí es conocido de antemano es que ésta no cubre la
estancia en el país de destino. Por eso a la beca Erasmus se la conoce como la beca de los padres, quienes de verdad
pagan dicha estancia.
César P.
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