Algunos niños son nerviosos y difíciles
en casa y en el colegio, otros tan solo en uno de los dos sitios. Las
relaciones familiares no siempre preparan a los niños para las relaciones que vivirán
después con los maestros y otros niños; esta es, a veces, la base de las
dificultades de la escuela. Sin embargo, padres y maestros pueden colaborar
para ayudar a que los niños disfruten de la escuela y del trabajo conforme a
sus propias capacidades. Para hacerlo se requiere el empleo de métodos de estímulo
o refuerzo en los dos marcos, la inconsecuencia entre la escuela y la casa
puede acarrear problemas en una u otra situación.
Los niños que en casa están acostumbrados
a recibir castigos y amonestaciones por faltas leves en vez de ver estimulada su
buena conducta por el interés y el agradecimiento son difíciles de controlar en
la escuela, donde se dan menos constricciones o estas son diferentes. En el
otro extremo, los niños que nunca tuvieron que esforzarse y controlar sus
impulsos aprenden a compartir, tolerar la frustración hasta cierto punto y
tienden a adaptarse con dificultad a la escuela. Lo más importante para el
maestro y los padres es que ambos conozcan sus respectivas opiniones de la situación
a fin de poder trabajar juntos. Esto significa que deben emplear la misma
manera, en marcos diferentes, recompensas o refuerzos similares.
Una manera de hacerlo consiste en
estimular actividades en una situación que luego se recompensa en la otra. Por
ejemplo, el maestro puede dar puntos, estrellas o cualquier otro símbolo por
esforzarse en la escuela o por la conducta general; los padres pueden cambiar,
en casa, los símbolos por algo que saben que le gustara al niño. Igualmente, el
estímulo que se le dé en casa para trabajar en un proyecto de la escuela puede
ser reforzado por el interés del maestro.
Debes recordar que influirá en
las actitudes de tu hijo para la escuela y el trabajo lo mismo que animas o
desanimas cualquier otra cosa que haga. En todas las situaciones se mantienen
los mismos principios. A algunos padres les resulta difícil interesarse por lo
que sus hijos hacen en el colegio, otros estropean su interés por excesivo. En
cualquier caso, la actitud que tomemos los padres puede ser uno de los factores
concomitantes en las dificultades que el niño puede tener con la escuela el trabajo o en su conducta general, o si
empieza a no querer ir a la escuela.
Nuestros hijos son el valor más
preciado que tenemos y su formación es la gran herencia que van a recibir de
nosotros. Os animo a todos a intentar por todos los medios ayudar a que el
fracaso escolar desaparezca de nuestros centros educativos.
Lady Blu
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