El caso del asesinato de dos pequeños a manos de su propio
padre ha conmocionado a España los últimos meses. A medida que se arrojaba
nueva información por parte de las autoridades y los medios presentaban todo
una y otra vez se veía la culpabilidad del acusado. Tras unas semanas
angustiosas en las que se debatía sobre la inocencia o culpabilidad (no
precisamente porque se dudase de la autoría del crimen) se conoce el veredicto:
culpable.
No puedo decir que el mismo reporte sorpresa alguna a nadie,
más bien trae tranquilidad a aquellos que aún hemos albergado esperanzas en la
justicia de este país. La rápida resolución del polémico caso demuestra que los
criminales pagan por sus delitos con el peso de la ley.
Se ha sentenciado a Bretón a decenas de años de prisión (40
años), gran parte de los cuales estará incomunicado por ley. En caso de romper
esta incomunicación de alguna forma se le podrá sancionar con más dureza.
También se le ha multado con una cuantiosa cantidad en compensación por los
gastos de la investigación y por el agravio a la madre de los niños y los
familiares, etc.
Sin embargo, esa es la parte de la sentencia más endeble.
Muchos de los acusados optan por declararse insolventes para no pagar las
multas que se les imponen. Poco se puede hacer al respecto pero lo que sí se
puede controlar es que este sujeto cumpla estrictamente la pena que se la
impuesto, sin posibilidad a beneficiarse de privilegios carcelarios por muchos
años.
Desde luego, este, por la dureza de los hechos y la crueldad
de los mismos, es uno de esos casos que pasará a la memoria colectiva de la ciudadanía.
Pocas veces se habrá oído en los tiempos que corren que un padre finja la
pérdida de sus hijos y en realidad los haya quemado tras, presuntamente,
adormecerlos con somníferos.
Si bien no se ha podido hallar pruebas de todo de lo que se
acusa a Bretón si hay indicios suficientes para considerar que él quemó a sus
hijos en una hoguera improvisada en una finca de propiedad familiar. Este
macabro relato se ha hecho eco en toda España y miles de personas han seguido a
través de los medios los acontecimientos de este caso.
Bretón, un padre que solo parecía un poco excéntrico, se ha
mostrado calculador, frío y metódico en sus comparecencias. Este sujeto ha
intentado salirse con la suya, ha jugado sus cartas para quedar libre y ser
declarado inocente pero no le ha salido bien la jugada. Está donde merece
estar: tras las rejas.
En ocasiones en las que aparece un personaje tan cruel en
los medios nos preguntamos hasta dónde puede llegar una persona desquiciada para
hacer daño a alguien. ¿Es que no hay límites para la barbaridad? ¿Ni los niños
se salvan? Al menos se ha hecho justicia.
César P.
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