Tal y como yo lo recuerdo, siempre ha habido personas
pidiendo dinero en el Metro de Madrid a modo de limosna, vendiendo pequeños
objetos, como llaveros o kleenex, tocando instrumentos musicales, etc. Estas
personas han optado, a veces por fuerza mayor, por recurrir a la sensibilidad
de los viajeros del suburbano.
Hace meses, sin embargo, este fenómeno antaño esporádico se
ha convertido en algo cada vez más habitual. La gente ha empezado a cambiar las
historias que cuentan a los viajeros antes de pasar el monedero o la bolsa por
los vagones. Antes, se trataban de historias de infortunio y desgracias que
podrían pasarle a cualquiera pero ahora estas historias tienen otro matiz.
Las personas que piden dinero en el Metro, de los cuales
pocos llegan realmente a la calidad de mendigos, cuentan haberse quedado en
paro, no tener dinero ni forma de mantenerse, estar con lo puesto y no tener
nada más, carecer de recursos para comprar comida o ropa, etc. Desde hace
meses, han aparecido aquellos supuestos parados
cuya aparente única opción es pedir dinero de esta forma.
Hace pocos días, mientras viajaba en el Metro cerca del
mediodía, me crucé con una de estas personas. Su historia era devastadora y más
lo era su ruego. Este señor clamaba no tener ni para cambiarse de ropa y que
tuvo que acudir a la caridad para poder tener ropa limpia. También decía no
tener trabajo ni forma de manutención alguna. Es más, llegó a arrodillarse y
pedir desde el suelo algo de dinero alegando a la caridad de los viajeros del
suburbano.
Creo que nunca había acudido, de forma completamente
involuntaria, a una situación parecida en lo más mínimo. Por lo general,
quienes piden en el Metro mantienen algo de su dignidad pues intentan vender
pequeños objetos, cantan o tocan un instrumento. Es más como un intercambio con
los viajeros o una pequeña transacción. Todo sabemos que un paquete de
pañuelos, o kleenex, no vale 50 céntimos ni 1 euro pero quienes se lo compran a
estos vendedores improvisados lo hacen para ayudarlos.
Lo que vi el otro día fue distinto. Y no es que sea la
primera vez que veo a una persona recurrir a la caridad de los usuarios del
Metro de Madrid. Pero este caso era el de un hombre que estaba de lo más
desesperado por su situación económica. Y me pregunto, ¿tan mal le puede llegar
a ir la vida a uno para terminar de esta forma? ¿El Gobierno no hace nada para
evitar que personas como este señor acaben en la calle por culpa de la crisis?
Suponiendo por un momento que la historia de este señor haya
sido honesta, ¿de verdad no tiene más opción que recurrir a pedir caridad en el
Metro? ¿No le queda otra salida a las personas que caen en el hoyo que ha
creado la crisis en sus vidas?
No creo, ni quiero creer, que alguien pueda inventarse una
historia tan dramática para obtener un par de euros en cada vagón del Metro.
Pues vendiendo kleenex o cualquier otro producto, o simplemente pidiendo,
obtendría lo mismo. Luego, debo pensar que este sujeto decía la verdad y que su
desgracia era tan grande como la desesperación que mostraba.
Me duele ver personas que no tienen ninguna salida y cuyas
vidas han terminado siendo un auténtico caos por culpa de las decisiones
equivocadas de terceros, por la avaricia, por la malversación, por la
corrupción, etc.
Las personas que se han lucrado durante los pasados años en
España han sido las responsables de que este señor, y muchos otros, acaben en
una situación tan desgraciada.
Injusticia, ésta debe de ser la definición.
César P.
Sabes, yo soy de México, no se allá, pero acá, la causa de esos males es la corrupción. Actualmente me encuentro en esa situación, acabo de terminar una carrera con buen promedio pero no encuentro un buen trabajo simple y sencillamente porque no le quiero lamer las botas a nadie o volverme la amante de algún pendejo gerente, y aquí estoy, al borde del suicidio, porque para mantenerme estaba trabajando por mi cuenta vendiendo pescado frito, es una chinga, pero ganaba bien (para pagar la renta, los servicios cada día más caros, comer y alimentar a mis mascotas) ahora la cosa se puso fea y el ayuntamiento me negó el permiso para seguir vendiendo... Y está canija la cosa, si tuviera el cuerpo tal vez me atrevería a prostituirme hasta juntar el dinero para "establecer" un negocio que cumpla con todos los requerimientos pendejos del gobierno, pero desgraciadamente no tengo ni buen cuerpo ni me gusta coger con gente que no es de mi agrado, así como estoy si lo hiciera ganaría menos que con el pescado... Pero en fin, está cabrón... Si buscas en internet encuentras que existen toooodos los apoyos para emprendedores (cosa la cual yo me considero) de los que doy fe son pura mierda que sólo puedes comer del culo de los que están a cargo de esos programas; ya he perdido suficiente tiempo en eso... bueno pues... adiós y que disfrutes la vida...
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