Como hemos mencionado en la parte anterior, un parásito
digital es aquel que se beneficia al distribuir o usar contenido con derechos
de autor – es decir, contenido que no le pertenece – de forma gratuita. Es
decir, hace una pasta sin gastar un
céntimo salvo para invertir en formas de hacer más dinero. Todo su dinero lo
hasta en sí mismo.
Hay gran diferencia entre ver la película de un amigo que me
presta su CD o DVD, adquirido legalmente, y ver la misma película descargada de
internet. En el primer caso, quien grabó el disco y creó el contenido obtiene
beneficio. En el segundo caso, el contenido se usa sin que el que lo creó gane
un céntimo y esto, llevado al extremo, produce merma en las ganancias de los
artistas.
A pesar de todo esto, queda claro que no vamos a dar un paso
atrás y renunciar a la tecnología con la que contamos. Las posibilidades de
internet nos dan mucha comodidad y esto es algo difícil de dejar a un lado.
Internet ha creado una nueva era de comunicación y de
intercambio de información como nunca antes se había visto en el mundo. Esta
revolución ha dado comienzo a una era de progreso que solo puede seguir adelante.
No hay forma de detenerla, solo puede avanzar.
Sin embargo, todo esto ha sucedido cuando no se tenía
conocimiento previo de las posibilidades que internet podía crear. Ejemplo de
ello son las legislaciones de varios países, que han sido modificadas en los últimos
años para tener en cuenta crímenes y delitos digitales que antes no se cometían
y ahora sí.
De la misma forma, el sistema de negocio basado en la compra
de discos es, en cierta forma, obsoleto. Algo similar, pero en menor escala,
sucede con los libros y e-books. La diferencia es que las películas descargadas
gratis son mucho más atractivas que los libros descargados de internet. Sin
embargo, en ambos casos hablamos de violación de los derechos de autor.
No dudo que siempre tendremos libros y discos que comprar en
las tiendas, pues los clásicos nunca pasan
de moda. Pero no es lo único que existe ahora mismo. El contenido musical o de
vídeo sustituye perfectamente a los CDs o DVDs que antaño eran la única forma
de acceder a dicho material. Hoy en día, los e-books remplazan a los libros
pero no llegan a desplazarlos.
Lo que se debe buscar, en el caso del contenido multimedia,
es un equilibrio similar al que existe entre los libros y e-books. El contenido,
según parece, reemplaza al objeto que lo contiene. Queda claro que lo que
importa es la información, en última instancia.
Si yo quiero leerme el Quijote y me resulta más fácil
descargármelo que ir a una librería a comprarlo, ¿no tengo derecho a hacer eso?
Creo que sí lo tengo. El caso es, ¿cómo regula esto las leyes? Ahí está el
problema. Las leyes siempre han ido por
detrás de la actualidad tecnológica y, por eso, se ha dado el caso de
personas o compañías que se han lucrado, y lo siguen haciendo, a expensas de
vacíos legales.
Pero esto puede cambiar y puede resolverse para garantizar
un futuro más equitativo. Una gran compañía como Google tiene tanto derecho a
ganar dinero como un joven que empieza a tocar música en el garaje de su casa y
quiere a darse a conocer al mundo. Ambos tienen el mismo derecho a ganar dinero
usando internet para compartir su contenido.
Las leyes deben garantizar y hacer
posible esto.
Esperemos que en el futuro lo hagan, pues a día de hoy aún
no se ha llevado a cabo esta transición de forma satisfactoria. Hay países en
los que la legislación es más severa y algunos en los que la piratería es un
serio problema. En España la piratería es un problema lo suficientemente serio
como para que los cines estén cada vez más vacíos.
Esto no se soluciona con
subvenciones ingentes al cine, como ha hecho el gobierno de este país, sino
reeducando a los ciudadanos y remodelando el sistema de negocio de los cines y
contenido multimedia.
El culpable es el estado, por no prever cómo modificar sus
leyes de forma adecuada, por no tomar las medidas pertinentes y por dejar que
el problema se haga tan grande que es realmente difícil de combatir a día de
hoy. No educar a los ciudadanos en comportamientos adecuados (otro fracaso de
la educación en España) es una de las causas de esta situación.
Las personas deben de tener claro que si quieren disfrutar
de una película o un libro deben pagar por ello un precio adecuado. La cultura del todo
gratis es lo que se conoce en España y nadie ha hecho algo efectivo por
remediar la situación. Va siendo hora de que se tomen medidas en esta
dirección. La industria del cine en España debe de volver a su lugar tras
tantos años de daño por la piratería.
Y no, la SGAE no ha hecho nada que no sea lucrarse a
expensas de los españoles sin conseguir mejorar la situación de piratería en
este país. La supuesta institución encargada de proteger los derechos de autor
ha estado cobrando a diestra y
siniestra a todos los que ha podido. ¿Qué ha conseguido? Nada. No ha cambiado
nada en absoluto.
Esperemos que próximamente veamos un cambio de actitud en
este país.
César P.
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