Hace unos días nos sorprendía en las noticias ver
información sobre un atentado que tenía lugar en la Maratón de la ciudad de
Boston, Estados Unidos. Según informaban los telediarios se traba de un
atentado organizado por algún ciudadano pues ningún grupo terrorista se
adjudicó el crimen.
Estados Unidos a menudo, por desgracia, nos sorprende con
noticias de tiroteos en escuelas o lugares públicos, con detenciones y
persecuciones espectaculares y, menos frecuentemente, con atentados hacia un
grupo de personas o un cargo público. Esta vez ha sido el público asistente a
la Maratón de Boston quien ha sufrido el golpe de este atentado.
A medida que han pasado los días nueva información se ha ido
filtrando hasta aquí. Ahora sabemos que había un par de sospechosos, los cuales
se descartaron posteriormente. Después nos enteramos de que las bombas habrían
sido ollas a presión con metralla dentro, de fabricación casera.
Por suerte, no todas las bombas llegaron a estallar y hubo
menos heridos y muertos de lo que podría haber sido una masacre mayor. Sin embargo,
sigue siendo de lo más desafortunado que un suceso como este tenga lugar en un
acto deportivo como una maratón.
Hemos visto en las noticias el enorme caos que siguió a la
explosión de las bombas. Los corredores de la maratón estaban desperdigados
llegando a la meta cuando esto ocurrió. En la otra parte del cerco policial que
se montó en unos segundos estaban los familiares. Ambas partes se encontraron
totalmente incomunicados por largo tiempo acrecentando el miedo y la
desesperación.
Es sorprendente ver hoy en día cómo una persona puede
planear y llevar a cabo un atentado como éste. Esto no trae a la mente los
atentados cometidos en la isla de Utoya, Noruega, en 2011. Una sola persona
fuera de sus cabales puede atentar contra gente inocente con las consecuencias
que ello implica.
Vivimos tiempos en los que los atentados terroristas son la
orden del día en algunos lugares del mundo, como Oriente Medio. Pero ello no
dista tanto de la sociedad en la que vivimos, pues hay personas que también
atentan contra el resto de la sociedad en el mundo occidental.
Es de agradecer que esta moda
no se haya importado a España pero crucemos los dedos. Bien es cierto que
en Estados Unidos, uno de los países más belicosos del mundo sino el que más,
se vive una realidad muy distinta. Allí las armas están a disposición de los
civiles y allí la solución a los tiroteos en las escuelas es armar a los
profesores o dar chalecos antibalas a los alumnos antes que retirar las armas
de circulación.
¿Sufren las consecuencias de su propio belicismo? La
violencia siempre lleva a más violencia. Es muy difícil ser el primero que
encare la adversidad con una propuesta de paz, pero es posible. Sin embargo, a
día de hoy parece que la paz no es nunca la primera opción en algunas empresas.
Estados Unidos lleva usando su poder bélico durante décadas
en todo el mundo para controlar los recursos de media Tierra a su favor. Disfrutan
de abastecimiento de petróleo porque lo han conseguido por la fuerza o por la
coacción. Parece ser que a algunas personas el mensaje de violencia les puede y
acaban disparando o volando lo primero que se encuentran a su paso.
La culpa nunca es solo del individuo, es de la sociedad en
su conjunto. Estados Unidos debe replantearse su sistema educativo para evitar
futuros atentados internos como el de esta maratón y más tiroteos como todos
los que hemos visto en los últimos meses.
A día de hoy, Dzhokhar Tsarnaev, un joven de origen ruso ha
sido capturado en una intervención en Watertown, Masachusetts. El FBI ha sido
capaz de capturarlo con vida. Horas antes, Tamerlan Tsarnaev, hermano y
presunto implicado, murió en un enfrentamiento con la policía.
Esperemos que se tome nota de lo sucedido esta vez y sirva
para evitar futuras desgracias. Por el bien de todos.
César P.
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