Todo sistema de alimentación
tiene tres sectores: el sector de los insumos (el agua, fertilizantes,
herbicidas, mano de obra), el sector productivo (el producto agrícola en
general, es decir, cereales, frutas, verduras…etc.) y el almacenaje (que se
encarga de la elaboración y la distribución).
Estos tres sectores han existido
desde que el mundo es mundo pero sin el gran inconveniente del capital o
monetarismo. Antiguamente había un equilibrio entre los tres por lo que era sencillo
y no habían grandes costes, ni muchos beneficios; todo se basaba en el adagio:
“Lo que se produce, se consume”.
Pero en los países desarrollados
donde hay muchos terrenos y poca población, se produce mucho, y por lo tanto
hay que aumentar el insumo y manejarlo. Así, se va dejando el sector productivo
a los agricultores y se va dominando el almacenamiento que es lo que más caro
cuesta y lo que más rentabilidad ofrece.
Para realizar todo esto se
necesita mucho dinero que los agricultores no tienen, y de esta forma es como
nacen las grandes compañías quienes unidas a los bancos van a dirigir todo el
negocio de la alimentación. Este negocio, amparado por las administraciones de
los países más desarrollados, consigue que los agricultores se vean perjudicados
y abandonados por el gobierno a favor de las grandes multinacionales. Ninguna
administración hace nada por remediar la situación dando lugar a la
desaparición progresiva de los pequeños agricultores que se ven abocados a
abandonar la actividad por la baja rentabilidad de las mismas.
Aquí es donde entran en juego las
grandes multinacionales de la alimentación que dejan la producción en manos de
los agricultores o de los países pobres y ellos se encargan del almacenamiento
y de los insumos. Al ser elevados los costes de estos dos procesos lo que hacen
están grandes compañías es aportar el capital es instalarse con sus filiales en
los países menos desarrollados donde van constituyendo holdings que son
verdaderos estados dentro de los estados. La Unilever (que controla la
distribución de aceites, grasas y mantequillas), por ejemplo, tiene como
presupuesto cuatro veces el PIB de países como Zambia.
Teniendo en su poder los sectores
de insumos y almacenamiento, las multinacionales pueden decidir los precios, los
lugares y las maneras de aumentar o hundir los precios de un producto según sus
ansias de poder y no según las necesidades alimenticias del mundo.
Lady Blu
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