A día de hoy, cualquiera puede
tener acceso a los medios de comunicación y hacer las declaraciones que quiera
gracias a nuestro derecho a la libre expresión. Pero viendo declaraciones como
las que se han sucedido hasta esta hora, dan ganas de replantearse el uso que
algunos hacen de este derecho a expresarse.
Siempre se ha oído que tu
libertad termina donde empieza la libertad de otro. Si se aplicara este simple
concepto nos ahorraríamos de oír autenticas sandeces, como las dichas en las últimas
declaraciones del Obisgo Reig sobre el aborto y la conjura que nos rodea para
que la población disminuya.
El Obispo se quedó a gusto,
despachando sus ideas en contra de ONG, la ONU, el gobierno y cualquiera que
este mínimamente implicado en el uso y difusión de profilácticos o del aborto.
Parece mentira que el resto de la población no se haya dado cuenta de que
estamos sumidos en un complot para hacer que la población mundial disminuya y
que esto beneficia a los colectivos homosexuales… ¡por favor!
La Iglesia Católica debería
seguir con sus menesteres, y no hablar de cosas que les superan. Por su
doctrina, el aborto o el uso de profilácticos no están bien vistos, pero
deberían centrarse en sus fieles y no intentar llevar sus ideas más
convencionales al resto de la población. Si a ellos no se les impone su uso,
ellos no deberían intentar evitar que el resto los use.
Estas declaraciones han producido
una fracción dentro de los católicos. No todos piensan que estos métodos son
fruto del diablo ni creen en una conspiración mundial. Para algunos católicos,
según las circunstancias se debe recurrir a ellos, si no, todos tendríamos grandes familias como
nuestros abuelos o las actuales familias del OPUS.
No es el primer Obispo que salta
a la palestra por decir auténticas burradas, como el que ya avisaba sobre un
complot para que en 20 años la mitad de la población sea gay.
Históricamente, la Iglesia contó
con un poder sobre la sociedad, la manejaba a su antojo y se seguían sus
dictados a ojos cerrados. Pero hemos evolucionado, somos una sociedad, donde la
religión es una creencia más que no dicta el modo de vida. Alguien debería
recordarle a los altos cargos eclesiásticos que las cosas han cambiado y que
deberían dedicarse a sus menesteres, sin hacerle saber al grueso de la sociedad
este tipo de pensamientos.
-Wormy-
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