Latinoamérica vive desde hace poco más de diez años un periodo caracterizado por una línea compartida entre los gobiernos -y gobernantes- de los países de la región. Este proceso, para el cual deberíamos marcar el año 1999 como fecha de inicio con la asunción de Hugo Chávez como presidente de Venezuela, se desarrolla sobre premisas totalmente renovadas, propias, independientes y soberanas. Es un nuevo paradigma que ha tenido una doble vía consecutiva: al mismo tiempo que preparó el terreno, promoviendo el acceso al poder de figuras políticas con una fuerte identidad soberana, consiguió también que la llegada de estos dirigentes no fuera circunstancial sino que en varios países de la región sucesivamente pudieran consolidarse. Así, actuó como causa para el desenvolvimiento de estos procesos y se fortaleció como consecuencia del apoyo popular que recibieron los candidatos electos.
Hoy, a más de una década, parecen haber quedado atrás las recetas neoliberales que nuestros países lamentaron en las décadas pasadas. Fueron años de deshacerse de recursos naturales y activos estatales; de privatizaciones de empresas del Estado; desarrollo irregular de planes para promover la inversión del exterior a costa de ignorar las consecuencias perjudiciales que esto pudiera tener posteriormente; obsecuencia para obedecer las líneas económicas enviadas por organismos pretendidamente estériles o neutrales, conformados por países en posición global dominante; aplicación de políticas macroeconómicas deficitarias; retracción de las exportaciones y aumento de importaciones con el consiguiente desequilibrio en la balanza de comercio exterior; estancamiento de la producción; postergación social en áreas esenciales como salud y educación; inestabilidad política y, en muchos casos, puesta en riesgo de los sistemas democráticos de gobierno y la corrupción galopante son sólo algunas de las fallas que se esparcieron sobre la región durante años.
Pero hay algo que todavía no hemos dicho y debemos mencionar para que se comprenda en su justa medida la realidad latinoamericana: es un momento en el que la comunicación del gobierno con el pueblo apunta a obedecer, finalmente, el mandato republicano de que el poder está en los ciudadanos y toda decisión de los Poderes Ejecutivos debe ser tomada a la vista de medidas que impacten positivamente sobre la población. Es por lo tanto, el primer libro de una biblioteca inmensa que vuelve a acomodarse en su lugar después de un terremoto. Resta mucho por hacer, pero para concretarlo se precisa tiempo. Hay buenos síntomas: el escenario latinoamericano tiene actores con roles bien asumidos, cumpliendo cada uno con el objetivo mayor de unir las voluntades soberanas para generar una unión mayor. Una unión que no podemos comparar con la integración regional que Europa inició en los ‘70s y que hoy tiene por resultado un espacio integrado social, política y económicamente, pero que cuenta con elementos distintivos que valdría la pena tomar en cuenta y mantener la expectativa.
A nivel regional, es innegable la posición global de Brasil. Tras dos gobiernos consecutivos de Lula -quien llegó a la Presidencia de Brasil en 2002 desde el Partido de los Trabajadores (PT) tras haberse presentado y ser derrotado 3 veces anteriormente-, el cambio de mando a manos de Dilma Rouseff en 2011 significó fortalecer el posicionamiento geopolítico de Brasil. Si bien debemos reconocer que el cambio es, ante todo, nominal, ya que Lula sigue teniendo una gran influencia en las medidas a adoptar y en el gobierno del país, que el mentado proceso continúe en manos de quien él ha marcado como sucesora demuestra una voluntad expresada por el pueblo en elecciones democráticas de seguir avanzando en esa dirección, con el objetivo de continuar salvando fallas históricas que nunca antes nadie había tomado la dedicación de atender oponiendo excusas de lo más diversas. De la misma forma, la reelección de Cristina Fernández en Argentina, continuando un proceso de transformaciones sociales, políticas y económicas inaugurado en 2003 con la asunción de Néstor Kirchner como Presidente es altamente significativo para la conducción de la región. Otros actores importantes que iremos trabajando en otros artículos son Rafael Correa, recientemente reelecto en Ecuador; Evo Morales, Presidente de Bolivia, y José Mújica, Presidente de la República Oriental del Uruguay.
Tolchoko
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