La que se ha liado en Ponferrada. Un alcalde que llega al cargo gracias al voto de un concejal que fue condenado por acoso sexual, con el agravante de que la votación se produjo el día de la mujer.
Surge la duda, de si el voto de dicho concejal es lícito. Pues evidentemente lo es; cumplió su condena, que no incluía la inhabilitación para cargo político, fundó su propio partido, y tenía representación en el Ayuntamiento. Hasta aquí todo correcto, queda la duda de si es ético, censurable o cualquier otro adjetivo por el estilo que pueda hacer que no sea tan lícito como parece; pues depende del periodista que redacte la noticia o del político que cuente el caso.
En el actual contexto, donde se mira con lupa cada actuación de nuestros representantes y se trata de sacar punta a cualquier hecho que se pueda utilizar en provecho propio, el caso del municipio leonés, era una buena oportunidad para vender titulares, desgastar adversarios políticos o escalar puestos dentro del propio partido. Y de ahí su gran repercusión.
¿Es poco acertado pactar con un acosador sexual o ex-acosador sexual? Probablemente, pero no debería haber pasado de algo anecdótico si no hubieran mediado otros intereses.
Conviene también recordar que Ismael Álvarez, el concejal que fue condenado en su día por acoso, no es ningún violador como algunos medios han tratado de vender. El en su día alcalde de Ponferrada, mantenía una relación sentimental con la entonces concejal Nevenka Fernández, a la que ella puso fin. Las dificultades de seguir trabajando con una expareja, terminaron en un juicio en el que gracias a unas facturas telefónicas, Nevenka demostró que el alcalde la estaba acosando, o sea, que la llamaba mucho. ¿Convierte esto a Ismael Álvarez en un psicópata, delincuente habitual o persona non-grata? Pues depende una vez más de los periodistas o políticos que escriben en Twitter. Como en muchos otros casos, basta añadir la palabra "sexual", para que nuestro personaje parezca mucho más culpable.
Para terminar de rematar el caso, ante la presión mediática, Rubalcaba exigió al flamante nuevo alcalde, que eligiera entre su recién estrenado cargo, o la pertenencia al partido. Algo así como elegir entre ideales o poder. Y Samuel Folgueral, decidió que prefería barcos sin honra a honra sin barcos; por si quedaban dudas de lo que estaba dispuesto a hacer por conseguir y mantener la alcaldía.
En definitiva, un nuevo circo político más que Ponferrada no se merecía.
Rubén.
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