Distopía es un término que no
figura en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, acuñado por
John Stuart Mill a finales del siglo XIX, y que está ganando notoriedad en los
últimos tiempos. La “distopía” es lo contrario de utopía, y hace referencia a
una sociedad donde las condiciones sociales y económicas serán mucho peores que
las que disfrutamos en la actualidad.
La batería de datos publicados en
el último informe del EPA son bastante elocuentes: la tasa de paro se
incrementa hasta el 26,02% alcanzando la cifra histórica de 5.965.400 parados,
el número de hogares que tienen a todos sus miembros activos en paro se
incrementa en 95.800 y se sitúa en 1.833.700, la tasa de paro entre los jóvenes
llega a más del 50% de este grupo de edad…
A estos desequilibrios laborales,
sociales y de ingresos se unen unas políticas públicas que no luchan contra la
pobreza y la exclusión social lo que nos lleva a una situación poco
esperanzadora y donde faltan valores humanistas. Vemos que se siguen
manteniendo unas políticas económicas y sociales que han demostrado su poca
eficacia para conseguir el tan ansiado desarrollo económico y social. Los
ciudadanos consideran que a la mayoría de los políticos les falta humildad para
reconocer que se han cometido errores y una vez más, queda de manifiesto la
voluntad de servir solamente a las clases altas y al sector financiero. Esto
queda patente cuando se siguen manteniendo políticas económicas contrarias a la
cohesión social y al crecimiento económico poniendo el grave riesgo el estado
de bienestar que tanto ha costado conseguir.
Además de todo esto, las medidas
de reducción del déficit puestas en marcha no parece que puedan ser la solución
a este problema. Y ante este panorama tan negativo es fácil que la juventud
termine tirando la toalla al sentir que las oportunidades están fuera de su
alcance.
Convendría recordar el caso Henry
Ford, que en momentos de crisis tomo la heroica decisión de aumentar los
salarios a sus empleados para que pudieran comprar sus automóviles. Lo que,
ahora mismo, suena a utopía!! Si los mismos esfuerzos que se realizan por
“ayudar” al sector financiero se realizaran por ayudar a la población, con
total probabilidad las entidades bancarias no necesitarían de ningún rescate ya
que dispondrían de la liquidez que tienen sus propios clientes.
Ante este panorama de
desesperanza no podemos negar que nuestro país se encuentra en un estado de
distopía que provoca el hundimiento de la sociedad y que no ha sido provocado
directamente por la crisis sino por el modo como se ha afrontado esta
situación, sobre todo por la falta de alternativas para procurar un futuro
mejor.
Lady Blue
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