27 de marzo de 2013

El éxito del modelo de Islandia.


Antes de ser noticia por la aurora boreal como cada año por esta fecha, Islandia gana algunos artículos en la prensa europea. Ólauf Ragnar Grimsson, el respetado presidente de Islandia (dicho sea de paso uno de los países que más modifican en la traducción del inglés al castellano), quien cumple su quinto mandato se encuentra con los pies en el continente reuniéndose con mandatarios europeos. Grimsson administra un país de 320.000 habitantes en el que está teniendo lugar algo así como una revolución de paradigmas. Se discute bastante si las recetas que ponen en la palestra a Islandia pueden extrapolarse a otros cielos con más personas por satisfacer. Veamos qué tiene para lucir este país.

Ciertamente sorprende lo que se ha conseguido en Islandia.  No es que haya estado exenta de la crisis. La distancia y los varios peces que la separan del continente no le han reportado ese beneficio. Lo que han hecho en el país del Ártico es aplicar recetas -paradójicamente- lo suficientemente alejadas del congelamiento de la economía para solucionar los problemas de siempre. “Quiero decir a mis amigos europeos que los mercados financieros no son lo más importante”, ha dicho Grimsson en uno de sus encuentros con la prensa en estos días. El plan de acción que se aplica con ánimo terapéutico en la región se apoya en dos premisas que Grimsson ha ignorado deliberadamente: salvar a los bancos a toda costa y ajustar las cuentas sin sopesar el efecto dañino de estos ajustes sobre la población.

Hacer los esfuerzos que día a día se hacen para balancear la economía so pretexto de interdependencias y colapsos mayores detrás del telón son sólo supuestos que Islandia pudo darse el gusto de ignorar. De esta manera se aplicaron recortes, pero se cuidó de no afectar salud, educación y asistencia social. Limpiar el terreno y pensar en los que vienen detrás, las nuevas generaciones que como están las cosas hoy en día tendrán que vérselas con nubes cargadas de rayos, centellas y malas noticias.

Grimsson reconoce que su país funciona como una especie de laboratorio político/económico/jurídico/social. Ha tomado ventaja de la sociedad a escala que puede conducir en Islandia y ha aplicado la herramienta del referéndum dos veces. La primera para consultar a los ciudadanos  acerca del pago de esa deuda externa contraída principalmente por los privados (93% de votos en contra del pago), y el años pasado sobre una serie de reformas propuestas al régimen político actual, incluida la reforma de la Constitución actual y la nacionalización de los recursos naturales.

A todo este planteamiento le subyace una pregunta que debería estar siempre a mano: ¿por qué las empresas del sector bancario deberían tener un tratamiento diferente que las empresas privadas de otros sectores? A principio de este año, el Tribunal de Libre Comercio de la Unión Europea reconoció el derecho del estado islandés a no pagarles a los acreedores extranjeros que habían depositado dinero en bancos privados islandeses.  La quiebra del “Icesave” en 2008 es todo un emblema de la decisión administrativa. Además, desde entonces la economía crece a un ritmo interanual del 3% y el desempleo se encuentra por debajo del 5%, una cifra envidiada por la mayoría de los países europeos.

Si se ve con cierta perspectiva, hay un conjunto de países con un escenario distante del de la Europa continental. Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia son las otras piezas de este tríptico. La vía nórdica parece contar con atributos suficientes para ganar la atención de los dirigentes entreverados de las grandes potencias del mundo y de nosotros, ciudadanos de a pie, que intentamos formar nuestra opinión y comprender el mundo en el que vivimos en los tiempos en que nos toca estar sobre la Tierra.

Tolxoko.

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