Bueno, tanto como nuevo año… pero apenas hemos llegado al
primer trimestre de 2013 y ya tenemos nuevo Papa. Además, es una situación
realmente curiosa que haya 2 Papas con
vida o, más precisamente, un ex-Papa y un Papa. Esto se debe a que, por lo
general, los papas no renuncian sino que se llevan el papado a la tumba. Pero
tal no ha sido el caso con Ratzinger,
alias Benedicto XVI.
Creo que todos podemos sacar una lección de la renuncia o
dimisión de Benedicto XVI. Y es simple la cuestión, pues la renuncia se ha
debido a problemas para llevar a cabo las
tareas del puesto. Es decir, Ratzinger se dio cuenta de que no era capaz de
ejercer el papado como es debido y, después de preparar el terreno durante un
año, renunció. ¿Qué tiene de raro?
Nada.
A pesar de que muchas personas han levantado las manos al
cielo con la noticia de la renuncia del papa, antes que escandalosa es loable.
Y mucho. Podría ser una clara indirecta a la clase política, al menos a la de
España. Si uno mismo se da cuenta de que no es apto para un puesto lo normal,
lo ético y lo suyo, a fin de cuentas, sería dejar el puesto a un digno
sucesor.
Esta de moda que tras numerosos escándalos e imputaciones
nadie dimita. Y, como no podía ser de otra forma, en España se ha ido un paso
más allá: los políticos anuncian expresamente que no piensan dimitir. ¿Dónde quedan los tiempos en los que el más
mínimo escándalo conllevaba la dimisión de un cargo inmediatamente? En el
remoto pasado, al parecer.
Sin embargo, vemos en el anterior Papa una muestra de sentido común y realismo. Al no ser capaz de afrontar las exigencias de su cargo
ha dejado el puesto para un sucesor del que, cabe esperar, llevará las cosas
como deben ser llevadas. No en vano existe un dicho que reza si no puedes hacer las cosas bien mejor no
las hagas. Y muy cierto es.
Más se exige del que más alto se encuentra. O, al menos, así
debería ser. Pues ostentar un cargo de tan alta índole como el Papado – o
cualquier cargo público importante - requiere una
trayectoria intachable y una gran responsabilidad. Tales cualidades brillan por
su ausencia en muchos políticos de hoy en día, tanto en Italia, la nación
vecina del Vaticano, como en España, tan sumida en la crisis como está.
Finalmente, y como ya se veía anunciando, tenemos un Papa
sudamericano. Jorge Mario Bergoglio, llamado
ahora Francisco I, lleva una semana
en el asiento papal y ya ha mostrado signos de ser diferente. Empezando por el
nombre, que hace alusión a uno de los santos más humildes de la historia, y
siguiendo por haber renunciado a ciertos beneficios de su cargo, como usar el
coche oficial el día de su nombramiento.
También cabe mencionar que es el primer papa perteneciente a
la Compañía de Jesús, también denominados
Jesuitas. Por todo lo anterior este nuevo papado empieza marcando un precedente
y cabe esperar del mismo cosas inéditas. Una gran diferencia con respecto a los
mandatos presidenciales pues no hay grandes diferencias palpables en estos
tiempos de crisis entre una gestión y la otra, sea quien sea que gobierne.
Las cosas siempre van a peor en los últimos años y esto es
la única conclusión a la que se puede llegar viendo el panorama español actual.
Pues, aunque haya una desaceleración en
la caída, como aseguraron algunos, se sigue cayendo. Y eso es un hecho. El objetivo
no es caer más despacio, consuelo para los mediocres, sino dejar de caer,
empezar a subir. Subir como la
espuma. Pero, esta vez, a ser posible, sin crear burbujas que exploten.
Esperemos a ver si volvemos a tener otra lección de
coherencia, como la que hemos visto hace poco, del papado en el futuro próximo.
César P.
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